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Foto del escritorRenato Galhardi

Día 3. (total 110).Trabajo de campo en Tijuana. Del centro hasta la “línea": Las Tijuanas en Tijuana

Actualizado: 11 mar 2022

[Fragmento de diario de campo]


Es una mañana fría, con temperaturas de un dígito. Me abrigo bien antes de salir. Hoy toca ir a ver el centro, a ubicarme en Tijuana. Me subo al “taxi” – los “calafias” – estas camionetas estilo Volkswagen de la época dorada de los hippies, readaptadas para acomodar una decena de personas. Son 15 minutos hasta el “centro centro”. Pienso en bajarme antes de la parada final, pero desisto de la idea cuando veo la catedral metropolitana. “Ya estamos llegando”, me digo a mí mismo, casi en forma de justificación. La ‘calafia’ da la vuelta en la avenida y para frente a la Plaza de Tecnología. Bajamos.

Me encuentro con un mar de personas. Personas en situación de calle pincelan la banqueta, pero compiten con un flujo peatonal bastante concurrido, y una presencia expresiva de un dinamismo comercial sea donde uno mira; son los vendedores ambulantes, las tiendas abiertas, las personas con sus cobijas puestas sobre el piso vendiendo chácharas, la mayoría gadgets electrónicos del siglo pasado: controladores de televisión, antenas de televisión, celulares estilo los primeros Nokias, cables, etc. Con el sol radiante, fuerte, iluminando esta urbanidad que impulsa la razón de ser de Tijuana, todos se ven a luz; todos están expuestos; entre la migrancia de su existencia y la potencialidad comercial y mercantil, Tijuana resiste; todos resisten.

Decido caminar hacia la garita, para ver el paso fronterizo, para registrar la frontera. Saco mi camera y registro la caminata. El video permite ver la expresividad de la presencia humana en los puntos focales del centro, y conocer, además, el camino hacia una de los puntos fronterizos más concurridos del mundo, la garita de San Isidro. (Me tomé la libertad de sonorizar la caminata, para que el video tuviera, también, un “sentimental” sonoro, por lo cual se escucha fragmento de un discurso de un expresidente estadounidense que no mide sus palabras en denigrar y caracterizar a los migrantes mexicanos con bandidos, bandazos, drogadictos y, bad hombres, acompañado de la canción de Tijuana No – Pobre de ti.


Video 1. Caminando del centro de Tijuana a la garita de San Isidro, 18 de feb 2022

Como primer día en el centro de Tijuana busco reconocer algunos puntos. Con el recorrido hacia la garita, noto que con el aumento de la afluencia peatonal, comercial y de turismo, no veo tantas personas en situación de calle; quizás no se hacen tan “visible” ya puesto atrás del panorama de un “día normal”, del “comercio abierto” [del fin de la pandemia]. A diferencia de otras partes que he conocido del país, y también referente a mis instancias en los meses que me quedé en Tijuana el año pasado, veo a más personas de tez de piel obscura, algunos me parecen ser migrantes haitianos y otros tiene la “cara” de alguien de Estados Unidos – esta percepción es curiosa, se forma en base de una avaluación rápida de conjuntos de elementos: la vestimenta, el comportamiento, la forma de caminar, la asociación social que establece, la mirada, el idioma y acento, todos parte de una presentación socialmente medida que, en su conjunto, me permite tener “una idea” de algo [ver el enfoque dramatúrgico como elaborado por Ervin Goffman[1]].



[1] Adicionalmente, mi tesis de maestría buscó analizar la presentación de mexicanos-americanos en Facebook, como parte de aplicar teorías clásicas de la interacción simbólica al campo digital. En el desarrollo de la tesis, se encuentra apartados donde claramente recupera el enfoque dramatúrgico, pudiendo ser consultado en este enlace: https://bit.ly/35c5Gmn 

Ilustración 1. Vista desde la plaza de la Catedral metropolitana del centro de Tijuana, 18 de feb. 2022

Regresando de la garita de San Isidro, paso a ver el área donde se había instalado el campamento migrante El Chaparral, mayoritariamente compuesto por mexicanos en los últimos meses del año pasado. Encuentro un espacio vacío, desolado y vigilado. Tengo una sensación desolada de ver el área, bajo una reja, sin nadie, y nada. Es puro asfalto, es un estacionamiento (anteriormente un “estacionamiento humano”) pero las prioridades gubernamentales se han hecho bastante visibles con despojar a estos migrantes, mismo cuando lo justificaron por razones “humanitarias”, pero mi recorrido de algunos puntos clave de Tijuana me dará otra historia de este desplazamiento; un desplazamiento violento además. Tomo unas fotos. Busco ocultar un poco mi presencia de la policía, pudiendo ser visto como “alguien entrometido”, alguien “demasiado interesado” un “curioso” que molesta las actividades porque lo registran, lo vigilan lo que vigilan. Las fotos me permiten compilar un “antes y después” el campamento migrante icónico de la situación migratoria de esta región fronteriza, conocido como El Chaparral.


Ilustración 2 [Tres momentos de El Chaparral el 9 de noviembre 2021 con una toma similar el 18 de febrero 2022


2.

3.

Busco disimular mi interés con tener presente que cercano está un museo, La Casa del Túnel”, y activar -plenamente- el privilegio de mi apariencia -frecuentemente (si no es que constantemente) confundido con un turista estadounidense, de las clases privilegiadas (tez de piel clara, hombre, vestimenta heteronormativa), y así acercarme a un de los policías que se encuentra mirando su celular afuera de una patrulla.


“Buenas tardes, estoy buscando el “La Casa del Túnel”, esta por aquí, verdad?”

“Sí, por aquí está “¿Con quién vienes?”


Me toma de sorpresa su pregunta. "Como que “con quien vengo"", pienso, sintiendo un enojo que me crece dentro de mí. Busco mantener tranquilo la plática, al final de cuenta, estoy en una desventaja total en esta relación -todos me han dicho de su total desconfianza de la policía y de los múltiples abusos que han podido documentar y testimoniar.


“No, pues, con nadie, solo quería ir a verla. He escuchado que esta por aquí”, respondo.


Si se percata de mi molestia, no me da indicio de esto, y vuelve a mirar su celular mientras me dice,


“Es por acá”, y se acerca a la calle inmediatamente atrás, y me señala con el dedo.

“Tomas la calle donde está el coche blanco, y ahí está”, me dice, y regresa a mirar su celular.


Le agradezco, y me voy en esta dirección. Me quedo pensando en su pregunta, “con quien voy”, casi como para saber “quien soy”; no logro una respuesta que me brinda una satisfacción y me quedo con una sensación de haber sido interrogado, que mi presencia ha tenido que ser justificada, que el camino no es libre, que “aquí no hay paso”. Pienso en todas estas formas de hostigar, desde la arquitectura hostil hasta la frontera; aquí las barreras están constantemente presentes.


Llegando al marcador del vehículo blanco que me señaló el policía, entro en una calle y sigo buscando. Paso unas casas residenciales, bajo un sol y un silencio, ambos fuertes y pesados. Al final de la calle, a mi izquierda está “La casa del Túnel”. Me acerco. Está cerrada.


Ilustración 3. "La Casa del Túnel", 18 de feb. 2022

[...]


Cruzando el puente de El Chaparral, veo el "XXXXX”, espacio que ya había identificado anteriormente pero nunca presencié ninguna actividad hasta el momento. Veo que el acceso hacia el espacio está abierto, que hay mujeres sentadas en sillas de plástico afuera, otras lavando ropa, colgando ropa, niños y niñas jugando. Todos me parecen que son haitianas. Me acerco a conocer y ver si me pueden platicar.


Ingresando, paso unas tiendas de campaña a mi lado derecho, y cruzo unos niños y niñas jugando antes de llegar a una mesa con personal de salud. Me acerco y les pregunto si son del “XXXXX”, y me dice que no, que son de “Pro Salud”. Me comenta que hay una encargada más adelante. Les agradezco y me dirijo hacia una mesa donde se encuentra una encargada del espacio. Me presento y le pregunto si podemos hablar, me dice que sí. Me siento, y pido permiso para grabar el intercambio “así no tengo que estar tomando notas furiosamente”. Me concede esta petición, y entonces platicamos.


Ilustración 4. Tijuana, 18 de feb. 2022

[...]


La encargada me platica del espacio, que suelen atender exclusivamente a mujeres monoparentales, pero debido a la destitución del campamento migrante “El Chaparral”, se han visto con la obligación de albergar a familias mixtas y hombres también. En este momento, tienen albergados pocos hombres pero no han podido cerrar la puerta hacia ellos derivado de esta situación. Me cuenta del trabajo que hacen, de apoyo psicoemocional que brindan, de apoyo legal, de la situación laboral de los migrantes aquí. Aun cuando he escuchado -principalmente de las instituciones “desde arriba”, y también de habitantes de Tijuana- que hay mucho trabajo, que “quienes no quieren trabajar es porque son flojos”, los trabajos que hay son precarios, en maquilas normalmente, y desgastante. Son trabajos, pienso “deshumanizantes”, mecánico; no dejo de pensar en la película de Charlie Chaplin, “Tiempos Modernos”.


Me cuenta de los abusos policiales que enfrentan los migrantes en Tijuana, que ellos mismos enfrenta en transitar migrantes, y la ausencia de una solidaridad institucional y social que existe para “realmente” trabajar con la situación migratoria. Me cuenta del racismo generalizado que existe en Tijuana, contra los migrantes; contra los haitianos: Seguimos platicando de la situación; le pregunto como lidias con las historias que escuchas de los migrantes, de sus migrancias, de las experiencias encarnadas de ser migrantes, y me cuenta que acude a sesiones de terapia semanales para seguir con su salud mental. Escucho atentamente su relato, porque yo si me veo afectado cada vez que escucho los relatos de migrantes. Todos nosotros que interpelamos la migrancia desde los cuerpos que cargan este peso, somos afectados. Es importante recordar esto, pienso.


“La migración es”, también, “un asunto emocional”; de emociones. La migración es un componente emocional!

Pasando los veinte minutos, con algunos momentos en cual la encargada tuve que atender uno u otro asunto, le agradezco mucho su tiempo, y me retiro. Caminando hacia el centro-centro, paso el Enclave Caracol y veo que están regalando café a todos aquellos que se acercan. Decido indagar un poco mas sobre quienes son y la actividad que me brinda.


“Café con leche, gratis!”, grita una mujer. “Quieres un café?” me pregunta al acercarme.


“Sí, muchas gracias”, le digo mientras huelo el olor de canela del café.

“Oye, ustedes son parte del Enclave Caracol?”, pregunto.


Y así, empezamos.


La mujer me platica del Enclave Caracol es un espacio autogestionado que provee apoyo a todos aquellos que lo necesitan, que brindan talleres, exposiciones de artes, entre otras actividades. Escucho atentamente lo que me dice y le cuento un poco de mi -como forma de justificar mis preguntas, mi curiosidad. Les digo “soy estudiante de la… y vengo aquí a Tijuana a….”, muestro mi gafete. En este momento, la mujer dice.


“Yo soy migrante”, me dice la mujer que me acaba de entregar el café.

“¿Ah sí?¿De dónde eres?”, respondo.


Y me platica que ella es hondureña y parte de “la comunidad”, para indicar que es parte de la comunidad LGBTQIA+ y que, por motivos de persecución se ha tenido que salir de Honduras, y busca llegar a Estados Unidos, para “poder vivir en paz”. Tiene sueños de construir una familia en Estados Unidos, de poder casarse con su parea, de poder vivir libremente. Me dice que ya “metió los papeles” para pedir asilo político. Que su hermano ya está allá, pero está preso hace cinco meses. Me dice que hace un año esta en Tijuana y se queda en uno de los pocos albergues exclusivos a la comunidad LGBTQIA+ en Tijuana. Me dice que ha sufriendo mucha discriminación, mucha violencia en su trayectoria hacia Tijuana. Que solamente en la Ciudad de México encontró un suspiro con una comunidad solidaria, pero que desde entonces, busca disimular que es mujer. Me dice que es por eso “que uso esto, así”, me dice, señalando la gorra que trae puesta sobre un corte de cabello corto. Me cuenta que la policía aquí les hostiga, que la sociedad lo persigue y que afortunadamente tiene un refugio en el albergue para estar.

[...]


La calle es macho, recuerdo.


Habiendo despedidome, me dirijo hacia el punto de transporte para regresar a la zona de Playas de Tijuana. Me subo al camión y tengo esta sensación, siempre, de que estoy traicionando el “campo”, el “trabajo”; que voy dejando atrás la “angustia de ser” para ir hacia el mar, hacia esta “otra Tijuana”. El problema de la migración es tan grande que de pronto me siento en un precipicio mirando hacia abajo. “¿Hasta donde llega esto?”, “cómo puedo hacer frente a todo esto?”


“Ojalá mi trabajo aporta algo”, pienso.


“Creo que sí; espero que sí”, busco reconfortarme.


Voy regresando sobre la mirada de la frontera, del muro, y al final esta el mar, la playa.

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