Nota preliminar
La ciencia de la semiótica de Charles Sanders Peirce es una recopilación de los textos más importantes de Peirce y uno de los libros fundadores de la semiótica moderna, presentando una recopilación de los trabajos más importantes del autor. Esta versión en castellano, editada en Buenos Aires, viene con una introducción del semiótico argentino Armando Sercovich, presentando los textos fundadores del filósofo y lógico estadounidense Charles Sanders Peirce, con la exposición de las propiedades y conceptos fundamentales de la semiótica moderna. La aventura de la conformación de la semiótica es representativa del campo en sí, de la problemática de asentar una matriz de interpretación de codicies, lingüístico o no, y la necesidad de acotar, clarificar, asentar, parámetros claros taxonómicos que permiten la identificación y operacionalizad de dicha herramienta en la construcción de una matriz de significación simbólica. Entenderemos que la semiótica es un proceso complejo con aportes relevantes e importantes para las ciencias sociales, la comprensión de la acción humana, y la realidad en sí.
Introducción,
El primer registro del uso de la palabra “semiótica” proviene del siglo IV (a.e.c), y se refería a la práctica médica de interpretar síntomas. La etimología de semiótica deriva del término griego sémeion (signo) siendo utilizado para referirse al reconocimiento de síntomas de signos y consecuentemente al reconocimiento de algo a ser interpretado (Veltri, 2016: 236). El uso moderno y contemporáneo de la semiótica hace referencia a la construcción de esta disciplina por el lingüístico suizo Ferdinand de Saussure lo cual concibió a la semiótica (en este entonces: semiología) como “el estudio de la vida de los signos en el seno de la vida social”[1], y posteriormente con la contribución moderna más importante a la disciplina, por el lingüístico y lógico estadounidense Charles Saunders Peirce quien desarrollo un sustento teórico y metodológico de la semiótica construyendo una “doctrina formal de los signos” (Peirce, 1974: 21).
[1] Esta cita de Saussure se presenta en la introducción de La ciencia de la semiología (1974), “Presentación - Interpretantes para Charles Sander Peirce: Semiótica e ideología”, p. 9.
A principio del siglo XX, Ferdinand de Saussure, en sus estudios sobre la lingüística general, impulsó la creación del campo científico que él lo denominó como semiología[1]. La semiología se presentaba, entonces, como “el estudio de la vida de los signos en el seno de la vida social”[2]. Su introducción en el campo científico no fue desapercibida. Muchos intentos de varias escuelas científicas, de diversos ramos de las ciencias, intentaron apropiarse del término para inculcar una ocupación hegemónica del tema. La constitución de lo que representa la ciencia de la semiótica moderna, es una herencia de los diálogos y tensiones establecidas al largo del siglo XX, siendo la aportación del filósofo y lógico estadounidense, Charles Sander Peirce, una de las posturas más relevantes en la conceptualización de la semiología como se establece hoy. Una de las grandes tensiones en la definición moderna de la semiología se dio entre los” semiólogos de la comunicación” y los “semiólogos de la significación” (Peirce, 1974: 11).
Esta tensión ha sido uno de los centros de debates sobre la constitución de la semiología posterior a su construcción conceptual como disciplina científica. El debate se resuelve cuando se concluye que la “semiótica no investiga un campo determinado como extensión fáctica o dominio empírico, sino una comprensión científica” (11). La semiótica acepta el análisis de la vertiente de significado (significativo) de todo hecho siempre cuando se establece esta premisa para toda mirada, en cual, alude a la aplicación al “hecho social” de Durkheim[3]. La semiótica revela la reproducción “racional” de la “metabolización significante de lo existente”, atravesado por una dimensión ideológica “teóricamente determinada”, es decir, la ideología se presente como componente estructurante de la forma de la significación del significante, establecida como componente de la estructura ontológica de la semiosis. Adicionalmente, es importante resaltar que la semiología no es “un nivel de significación, sino la condición de posibilidad de existencia de cualquier nivel de significación” (12).
Es así que se establece pelo menos seis niveles de análisis mediante la semiótica, o el semiosis - el proceso propio de la articulación de la semiótica:
la reproducción de las condiciones estructurales objetivas -determinantes- de la sociedad;
la reproducción semiótica de lo real que determina los procesos representacionales y que funda la anterior;
la reproducción precientífica -semiótica- de dichos fundamentos (elaboraciones precientíficas acerca de lo ideológico);
la reproducción científica -semiótica- (en el sentido de Marx: producción de concretos de pensamiento) de 2. que incluye a 1. (ambas constituyendo condiciones de 1. -o sea la Semiótica-;
la autorreflexión epistemológica de la semiótica sobre la mecánica de su autorreproducción y autocorrección científica, en el análisis de formaciones ideológico-políticas concretas, y
la determinación de la reversión de 3. en la estructura ideológico-política considerada (12).
El sentido, nos adelanta Sercovich, es el efecto “permanente del productor semiótico como tal” y representa, adicionalmente, la “dimensión ideológica del sujeto” (13).
[1] En su conceptualización, la ciencia de la constitución de significación y significantes simbólicos, el termino semiología fue utilizado. Posteriormente, en conjunto con el trabajo que asienta Peirce, el termino evolucionó a semiótica. La distinción primaria entre ambos términos es su posición y contexto socio-histórico tiempo-espacial. El termino semiótico, como utilizado tanto por Peirce y así utilizado en este trabajo, se refiere al campo científico de dicha disciplina en la época moderna (pos-Saussure) y contemporánea (pos-Peirce).
[2]Esta cita de Saussure se presenta en la introducción de La ciencia de la semiología (1974), “Presentación - Interpretantes para Charles Sander Peirce: Semiótica e ideología”, p. 9.
[3] Armando Sercovich, semiótico argentino y autor de la introducción de la obra de Peirce sobre la ciencia de la semiótica, asevera que “el hecho de que la semiótica se propone el análisis de la dimensión significante de todo hecho desde el momento en que se asigna su pertinencia: el régimen de determinaciones objetivas que hacen significativo a lo real. Todo aquello hacia lo que apunte su mira conceptual se convierte desde ese momento en objeto semiótico, como si lo hubiese tocado el rey Midas.” (Peirce, 1974: 12)
Lo interesante del prólogo al pensamiento de Peirce, elaborado por Sercovich, es la autorreflexión sobre la autolectura del trabajo semiótico; la interpretación realizada de la traducción de una compilación de textos originalmente escrito en inglés y, en este caso, referente a esta obra editada en Argentina, traducida al Castellano y, por ende, sumisos a ciertas sutilizadas interpretativas del traductor. Con la finalidad de resaltar la interpretación de la interpretación, Sercovich señala a Beatriz Bugni, otra traductora castellana de la obra de Peirce, para evidenciar como la denominación y ciertos conceptos pueden tomar formas distintas de claridad[1]. Así, se rescata la definición analítica que Bugni da a la relación entre interpretante e interpretado: significante y el significado:
“[U]n interpretante no es lo interpretable, el objeto, el intérprete, o alguna "operación" realizada por el mismo. La relación existente entre un representamen -signo en la terminología habitual- y su interpretante correspondiente es de determinación semiótica: "Ningún representamen puede funcionar realmente como tal si no determina efectivamente a un interpretante…" (Bugni, en Peirce, 1974: 14).
La ideología, según establece el semiótico argentino Sercovich, está estrechamente ligado con el proceso semiótico, siendo la particularidad del sentido, una forma de establecer micro-ideologia.Los condicionantes que permiten la recuperación de un sistema de codificación/decodificación también establecen “los signos de las condiciones actuales de su propia producción, posibilitando al intérprete la manifestación constante de sus mediaciones conceptuales: una explícita cadena de interpretantes” (Peirce, 1974: 14). Finalizado esta introducción, pasamos a analizar la manera que Peirce establece los fundamentos de la ciencia de la semiótica.
1. La ética de la terminología
Este capítulo, en cual nos abre al pensamiento de Peirce, empieza con la defesa de la taxonomía científica en base de una nomenclatura específica para demostrar la lógica (y validez) de atribuir significado de la lexicográfica propia de la semiótica, detonando, de forma lógica, la relevancia y necesidad de mantener la esencia del significado dentro de la palabra, buscando la construcción de “la terminología ideal” (Peirce, 1974: 17) de la semiótica.
1.1. Sobre símbolos
Para Peirce, los símbolos, como esencia de la semiótica, se remiten a lo fundamental de cualquier investigación y de todo pensamiento ya que “la vida del pensamiento y de la ciencia es la vida inherente a los símbolos” (Peirce, 1974: 15). En base de esto, Peirce pone especial atención en resaltar la necesidad de cuidar el sentido de la palabra; de mantener el significado de la palabra[2]. En base de eso, la nomenclatura científica debe delimitar propiamente un significado específico para cada concepto en función de la cohesión y eficiencia distributiva del lenguaje. Ahora bien, Peirce recuerda que el lenguaje, los símbolos lingüísticos articulados con significados no es estático; más bien es transigente a la consideración: “el cuerpo del símbolo cambia con lentitud, pero su significado crece inevitablemente, incorporando nuevos elementos y descartando algunos de los viejos” (16) mientras se busca “mantener inmutable y exacta la esencia de cada término científico” (16). El símbolo, en su origen, tiene dos referentes constitutivos: Puede ser que el símbolo sea la “imagen de la idea significada” o se constituye de: (i) el recuerdo/memoria[3], (ii) persona o “cosa individuales”; (iii) relaciones con su significado; o (iv) una metáfora (16).
Tabla 1. Los símbolos
[1] Tomando en cuenta la construcción interpretativa necesaria – resultado de la traducción de los textos de Peirce del inglés al castellano – me auto-propongo, si es que lo considero pertinente en su momento, leer los textos de Peirce en su idioma original y cotejar la construcción de los dichos con la versión aquí referenciada.
[2] En discusión acerca del uso del lenguaje científico, Peirce señala la particularidad que presenta la filosofía en relación con la delimitación de significado (la necesidad de reocupar el lenguaje cotidiano) y enfatiza que, en relación al campo científico, “[l]a primera regla de buen gusto cuando se escribe es usar palabras que no den lugar a errores de comprensión; y si un lector ignora el significado de las palabras, es infinitamente mejor que sepa que no lo sabe.” (17).
[3] La “reminiscencia de algún acontecimiento” (Peirce, 1974: 16).
Un Símbolo, parte de las tres formas de un Signo (ver apartado 2), es un símbolo en la medida que trasmite tal al interpretante. Un Símbolo es un signo, referenciado al Objeto, mediante la articulación de una ley; el producto de la sistematización del pensamiento operativo de un Objeto. Así, el Símbolo se mueve en el campo de la referenciación general, y es un componente general. El Símbolo es producto y se refiere a la generalidad, ya que deviene de la generalización del pensamiento sistémico operativo de un Objeto (30). Adicionalmente, Peirce hará la aclaración de que cualquier palabra puede ser concebido como “símbolo” porque la esencia del símbolo es la relación y conexión de una idea con la palabra (57)[1].
[1] En las propias palabras de Peirce (1974): “Cualquier palabra común, tal como "dar", "pájaro", "matrimonio", puede constituir un ejemplo de símbolo. Es aplicable a cualquier cosa que pueda realizar la idea conectada con la palabra;” (57).
1.2 Reglas de la ciencia de la semiótica,
La preocupación de la taxonomía de la lexicográfica de la semiótica tiene relación con el hecho que Peirce se propone establecer los contornos de una ciencia que, desde su fundamento con Saussure (proveniente de la exposición de Sercovich) -y las luchas por su apropiación bajo diversos umbrales disciplinarios – la semiótica ha demostrado una identidad aun frágil, lo cual Peirce propone fortalecer mediante la construcción de los elementos (significados) y las relaciones lógica, que constituirán la ciencia de dicho campo. En este sentido, se definirá, propone tácitamente Peirce, la semiótica como ciencia.
Peirce establece siete reglas para el establecimiento del campo de la ciencia de la semiótica:
No seguir recomendaciones de “naturaleza arbitraria” sobre el uso de terminología filosófica;
“Evitar el uso de palabras y frases de origen vernáculo como términos técnicos de filosofía”;
En la medida de sea aplicable, usar los términos escolásticos en su forma como inglés para las concepciones filosóficas evitando usarlo en sentidos que agrede su significado;
Sobre las concepciones filosófica no consideradas por escolásticos, se revertirá a la imitación, de ser posible, de la expresión antigua;
Se utilizará la forma expresiva origina en ingles referente a las concepciones filosóficas precisas desde la Edad Media (siempre cuando sea adecuado), utilizándola en su sentido original;
“Antes de proponer un término, notación u otro símbolo, considerar con toda madurez si corresponde perfectamente a la concepción y si servirá para todas las ocasiones, si interfiere con algún término existente y si no podría crear inconvenientes al interferir con la expresión de alguna concepción que pueda ser introducida ulteriormente en filosofía.” Adicionalmente, en este punto, Peirce relata la necesidad de desprenderse al momento de introducir un símbolo, en función de mantener critico ante su función, concepción, y significado hasta ser, consensuadamente, aceptado por el campo científico[2].
“Considerar necesario introducir nuevos sistemas de expresión allí donde deban hacerse nuevas conexiones de importancia entre concepciones existentes, o cuando tales sistemas puedan, de alguna manera, servir sin lugar a dudas a los propósitos del estudio filosófico.”
[2] En las palabras de Peirce: “Una vez introducido un símbolo, considerarme casi tan ligado y sujeto a él como si hubiera sido introducido por alguna otra persona; y, después que los demás lo hayan aceptado, considerarme más ligado a él que ninguna otra persona” (19).
2. División de signos
2.1. Fundamento: objeto e interpretante;
Considerando el campo científico como el contexto de su actuación, Peirce se prepara, anticipadamente, a las observaciones y negociaciones posibles de los miembros de la comunidad científica al introducir una semiótica con esencia, es decir, cargada simbólicamente de identidad.
La lógica, dice Peirce, es un sinónimo de la semiótica: “la doctrina cuasi-necesaria, o formal, de los signos” (21). La abstracción necesaria en la apropiación y derivación del significado del signo es “una suerte de observación” (21). Enfocándose dentro de la construcción semántica de significados establecidos y reconocibles por la comunidad científica, la propuesta de la ciencia de la semiótica es positivista en el sentido de inculcar la abstracción de significados compartidos y complementarios, fuentes de articulación científica ya que busca la taxonomía semiótica de “lo que debe ser y no meramente lo que es en el mundo real”[3]. Regresando al punto inicial de la sinonimia de la lógica con la semiótica, Peirce recuerda que “la lógica propiamente dicha es la ciencia formal de las condiciones de verdad de las representaciones” (23).
[3] En este punto, Peirce señala: “Ahora bien, todo el proceso de desarrollo de esas formulaciones entre la comunidad de estudiosos, mediante observación abstractiva y razonamiento de las verdades que deben mantenerse en todos los signos usados por una inteligencia científica, es una ciencia de observación, como cualquier otra ciencia positiva, a pesar de su fuerte contraste con todas las ciencias especiales, que surge de que apunta a descubrir lo que debe ser y no meramente lo que es en el mundo real “(1974: 24).
2.1.1. Sobre signos (representámenes)
“Un signo, o representamen, es algo que, para alguien, representa o se refiere a algo en algún aspecto o carácter”. El signo, al interactuar con un sujeto, “crea en la mente de esa persona un signo equivalente o (…) más desarrollado” (22). Peirce llama este último producto de la interpretación (en la mente): “el interpretante del primer signo”. El signo ha ocupado el lugar del objeto, el objeto se manifiesta en el símbolo mediante una referencia de idea[4], el fundamento del representamen.
El representamen (signo), está relacionado con tres cosas: el fundamento, el objeto, y el interpretante lo cual establece el componente tripartito de la ciencia de la semiótica:
(i) gramática especulativa (pura); (ii) la lógica; (iii) retórica pura.
[4] Peirce se detiene en aclarar que la “idea” aquí se refiere a esta referencia cognitivamente accesible como mecanismo de la memoria que se vincula con el objeto principal de objeto, es decir se establece como un recuerdo de la misma idea; de lo similar (ibid., 22).
Figura 1. Esquema relacional del signo tripartito y las tres ramas de la ciencia de la semiótica.
La gramática especulativa: también referenciado como la gramática pura tiene el propósito de “determinar lo qué es lo que debe ser cierto del representamen” utilizado por la comunidad científica, en función de que puede “encarnar algún significado” (22). Es el consenso científico.
La lógica: “la ciencia de lo que es cuasi-necesariamente verdadero” de los signos por parte de cualquier comunidad científica asegurando su validez en la articulación de algún objeto (22). Recordamos, como ya se ha señalado anteriormente, que la lógica, “propiamente dicha, es la ciencia formal de las condiciones de verdad de las representaciones” (23).
La retórica pura: El uso de asociaciones originales en la construcción de una nueva nomenclatura en función de “determinar las leyes mediante las cuales, en cualquier inteligencia científica, un signo da nacimiento a otro signo y, especialmente, un pensamiento da nacimiento a otro pensamiento” (23).
2.2. Los signos y sus objetos
En las posteriores articulaciones, Peirce profundiza su glosario semántico de la ciencia de la semiótica. En esta línea, establece que:
Signo se utilizará para denotar un Objeto perceptible (o solamente imaginable, o aun inimaginable en un cierto sentido) (23).
Para que un Signo puede ser, en su condición de representamen, debe poder “representar” a “otra cosa”: su Objeto; manifestando una composición diferente a la vinculación de similitud (“la idea de”) del Objeto. No obstante, un signo puedo tener múltiples depositarios referenciales, es decir, un signo puede referirse a “más de un Objeto” siendo, también, la articulación de la consolidación de múltiples objetos, en un Objeto (23). El signo, al ser la representación simbólica de un Objeto, se expresa y se explica (el precepto de), como extensión de su realidad, “en el pensamiento” o como alguna otra forma de argumentación y/o contexto que valida la construcción simbólicamente estructurante del símbolo como extensión referencial del Objeto (o conjunto de Objetos) (23-24). En contraparte, si un Signo y su conjunta Explicación constituyen, como unidad, otro Signo este último constituirá un signo aún más amplio (del Signo precedente) y, por lo tanto, representa la extensión del significado referencial del Signo[1]. La explicación referencial del Signo frente al Objeto es el “precepto de explicación”. El precepto de explicación del Signo es “una suerte de emanación, por así decirlo, de su Objeto”[2].
El Signo, como precepto explicativo del Objeto, no alude (in strictu sensu) al conocimiento ni reconocimiento del Objeto, sino a su esencia como representamen; solamente lo representa y alude a él (24). De ser así, el Objeto es, en la dialéctica de la representación (del Signo), la consideración de su extensión como representación simbólica (Signo) que permite la articulación de algún conocible adicional que está ausente en su extensión morfológicamente simbolizado en Signo. Peirce resumen la composición variada del Objeto como Signo en la siguiente oración:
“Los Objetos -dado que un Signo puede tener cualquier número de Objetos- pueden ser una cosa singular conocida existente, o que se cree que haya existido, o que -se espera que exista, o un conjunto de tales cosas, o una cualidad o relación o hecho conocidos, de los cuales cada Objeto singular puede ser un conjunto o reunión de partes, o puede tener algún otro modo de ser, como, por ejemplo, un acto permitido cuyo ser no impide que la negación de tal acto sea igualmente permitida; o algo de naturaleza general, deseado, requerido, o invariablemente encontrado en ciertas circunstancias generales.” (Peirce, 1974: 25).
[1] La extensión cumulativa del Signo se dirige a “a alcanzar en última instancia un Signo de sí mismo, que contuviera a su propia explicación y la de todas sus partes significantes;” (24).
[2] En forma análoga, “si el Signo es un Símbolo, lo podemos pensar como encarnando la "ratio", o razón, del Objeto, que ha emanado del mismo. Todas estas son, desde luego, meras figuras de lenguaje; pero el serlo no les impide ser útiles” (24).
2.3. División de las triádicas
La división triádica de las relaciones de (ideas de) objetos como la representación (signo) de la semiótica, es la base de la ciencia de la semiótica, como ilustrado en la figura 1 y recuperado en la figura 2 abajo:
Figura 2. La relación triádica de la semiótica
2.3.1. Las tres formas de las relaciones triádicas: comparación, funcionamiento y pensamiento
Empero, la división de las relaciones triádicas puede, a su vez, ser articuladas en tres grandes rasgos:
i. Relaciones triádicas de comparación:
a. son aquellas cuya naturaleza es la de las posibilidades lógicas;
ii. Relaciones triádicas de funcionamiento:
a. son aquellas cuya naturaleza es la de los hechos reales;
iii. Relaciones triádicas de pensamiento:
a. son aquellas cuya naturaleza es la de las leyes.
En otras palabras, se establece correlación de las relaciones triádicas entre su concepto como Subjeto y su método como Objeto:
· Comparación – lógica;
· Funcionamiento – hechos reales;
· Pensamiento - leyes
Cada relación triádica se divide en tres maneras: en el Primer, Segundo o Tercer Correlato cuando las relaciones se encarnan, cada una a su vez, dentro de:
Primer Correlato: la categoría de “la mera posibilidad” (comparación: lógica); mediado por el representamen (El Signo)
Segundo Correlato: de la existencia real (funcionamiento: hechos reales) mediado por el Objeto; o
Tercero Correlato: derivado de positivismo: una ley (pensamiento: leyes), es el Interpretante, permitiendo la composición matricial de todas las relaciones de triádicas.
Un Signo representa, entonces, la interpretación cognoscente inmaterial de algún interpretante[1] (29) compuesto por una relación triádica de propiedades de segundo y tercer correlato.
[1] En las palabras de Peirce “un Signo es el representamen del cual algún interpretante es una cognición de alguna mente” y agrega, en función de la justificación de la reducción del representamen en Signo que “los Signos son los únicos representámenes que han sido muy estudiados” (29).
2.4. Una tricotomía de los signos
Cada relación triádica de comparación (lógica); funcionamiento (hechos reales); o pensamiento (ley); tiene una composición tricotómica entre primer, segundo y tercer orden. Así los signos son compuestos de tres relaciones de:
a. La “mera cualidad” del Signo;
b. la existencia real (hecho real) del Signo;
c. una ley general del Signo.
El signo que se compone de la propiedad a) tendrá la denominación de Cualisigno; la b) de Sinsigno, y c) de Legisigno.
· Cualisigno: una cualidad que es un Signo. Aquí Peirce esclarece que un Cualisigno como aquello que solo se deviene como tal mediante la formulación (la articulación de la relación de la triádica de la semiótica) interpretativa explicitando que el proceso no influye en la composición de la cualidad del Cualisigno; es decir, el proceso semiótico “revela” la cualidad, mediante la morfología de la simbolización de la relación tríadica, sin crear una cualidad; la cualidad es inherente, antes de que el representamen se deriva en Cualisigno. Se recuerda que “las cualidades son lo que son independientemente de ninguna otra cosa” (30).
El Sinsigno[1] se refiere a un Signo que es “una cosa o evento real y verdaderamente existente” es decir, es el intermediario entre la lógica y la ley: los hechos reales (ya no es una conceptualización “meramente” mental).
Un Legisigno es una ley (derivado del pensamiento humano) que es un Signo. Peirce aclara que este Signo no (siempre) se refiere a un Objeto único, sino a un “tipo general” de significante: “cada Legisigno significa por medio de una instancia de aplicación” lo cual remite a la réplica de la misma; su reproductibilidad.
Articulando lo anteriormente mencionado con el propósito de tesis que pretendo abordar, la unidades incipientes y finales, en este caso los signos reproducidos mediante la posibilidad existe de un objeto (la imaginación probable) (Cualisigno) su contrapuesto de una ley como signo (Legisigno), no serán de gran relevancia, en este momento de reflexión, debido a que mi interés es en el punto intermedio de estas dos posturas; los signos (y el proceso semiótico) relacionado con los “hechos reales” (Sinsigno); el funcionamiento (articulación) del proceso hermenéutico semiótico. No obstante, el desarrollo que presenta Peirce sobre la composición y el proceso relacional entre el Signo, el Objeto y el Interlocutor, adicionalmente entre las propiedades que componen un signo y tipos de signos en relaciones localizadas con otras inflexiones referenciales, son importantes para asentar las bases del campo semiótico, en cual me estaré moviendo, aunque mi interés se centrará en una parte especifica de este campo (la semiótica de espacios sociales).
[1] El uso de sin aquí es derivado de la léxico-gramática inglesa para representar la reproductibilidad única limitada, es decir, “solo una vez”: single, simple.
2.5. Una segunda tricotomía de los signos
Un Signo también puede ser: un icono; un índice; o un Símbolo.
Ícono: Un ícono es un signo en la medida que se refiere a un Objeto en cual lo “denota meramente en virtud de caracteres que le son propio” (30), es decir, es un representamen que no difiere en la esencia de su Objeto, más bien, representa dicha esencia en su concepción. Así Peirce nos dice que:
“Cualquier cosa, sea lo que fuere, cualidad, individuo existente o ley, es un ícono de alguna otra cosa, en la medida en que es como esa cosa y en que es usada como signo de ella.” (30)
“Un ícono es un signo que poseería el carácter que lo vuelve significativo, aun cuando su objeto no tuviera existencia; tal como un trazo de lápiz en un papel que representa una línea geométrica.” (59)
Un Índice es un signo, referido a un Objeto, que “denota en virtud de ser realmente afectado por aquel Objeto”. En este sentido, un Índice se difiere, como signo, de una Icono, ya que no articula la esencia del Objeto, sino representa parte como conjunto (cualidad) del Objeto. El Índice implica, entonces, “alguna suerte de Ícono” (30) (especial) ya que encarna la simbolización del Objeto como representamen y también como cualidad (Cualisigno).
“Un índice es un signo que perdería al instante el carácter que hace de él un signo si su objeto fuera suprimido, pero que no perdería tal carácter si no hubiera interpretante.” (59).
Un Símbolo es un signo, referenciado al Objeto, mediante la articulación de una ley; el producto de la sistematización del pensamiento operativo de un Objeto. Así, el Símbolo se mueve en el campo de la referenciación general, es un componente general. El Símbolo es producto y se refiere a la generalidad, ya que deviene la generalización del pensamiento sistémico operativo de un Objeto (30).
“Un Símbolo es una ley, o una regularidad del futuro indefinido. Su Interpretante debe ser susceptible de la misma descripción; y también debe serlo el Objeto inmediato en su totalidad, o significado. Pero una ley necesariamente rige a individuos, o está "incluida" en ellos, y prescribe algunas de sus cualidades. Por consiguiente, puede darse que un índice sea constituyente de un Símbolo, y que un Icono lo sea también” (55).
"Un símbolo es un signo que perdería el carácter que lo convierte en un signo si no hubiera interpretante. Es tal cualquier emisión de habla que significa lo que significa sólo en virtud de poder ser entendida como poseedora de esa determinada significación.” (59).
2.6. Una tercera tricotomía de los signos
Un Signo también se distribuye entre el: Rema, Dicisigno y Signo Dicente (Argumento). La distinción de esta tricotomía de signos deriva que la articulación de su composición proviene desde la óptica de nodo del Interpretante. El Interpretante es quien agrega un valor subjetivo a la composición del Signo, agregándole significación mediante esta asignación (cualitativa/subjetiva).
Rema: es “un Signo de Posibilidad Cualitativa”, en el sentido de ser efímero en su transmisión de representación informativa de un Signo (de acuerdo al Interpretante). Mediante una Rema “se entiende que representan tal o cual clase de Objeto posible”.
Signo Dicente: es un Signo “de existencia real” (para su Interpretante), incorporando, como parte de él, un Rema (la interpretación subjetiva del hecho). En el plano gramatical, un signo dicente es una proposición.
Argumento: es un Signo (referente al Interpretante) de la constitución de una ley (como sistema operativo de la construcción del Signo del Objeto) que deriva de la generalidad lexicográfica del pensamiento humano (logos). Así, Peirce denota que “el Argumento debe ser, por consiguiente, un Símbolo, o un Signo cuyo Objeto es una Ley o Tipo Generales. (32) De ser así, el Argumento, como parte de la Argumentación, incluye signo dicente, como proposición, dentro de su estructuración de premisas y procesos de Conclusión y Validez.
2.8. Signos degenerados
La múltiple faceta del Signo, su dimensión valorativa interrelacionada con la construcción referencial de su Objeto(s) no siempre es alcanzable. En este caso, Peirce se demuestra poco preocupado por la exactitud, aludiendo que no siempre se necesita describir con mucha exactitud la cualidad significante del representamen, siendo que la aproximación al Objeto, y la aplicación de la lógica (el razonamiento cotidiano) “se podrá llegar fácilmente a una aproximación suficiente para cualquier propósito” (39).
Los próximos tres apartados del capítulo 2 abordan la construcción lógica del argumento (lógico), desglosando sus propiedades, la forma de argumentación mediante en tres estrategias (deducción, inducción y abducción), los componentes de proposiciones y su ubicación en las diversas clases de proposiciones (universal y particular).
2.9. (2.11) Representar
Peirce hace énfasis en la necesidad de diferenciar entre lo que es un representamen (signo) y la representación (el acto de la significación). En su muy breve exposición sobre Representar, Peirce escribe:
“un vocero, un diputado, un apoderado, un agente, un vicario, un diagrama, un síntoma, un
tablero, una descripción, un concepto, una premisa, un testimonio, todos representan alguna
otra cosa, de diversas maneras, para mentes que así los consideran. Véase Signo. Cuando
se desea distinguir entre aquello que representa y el acto o relación de representar, lo
primero puede ser llamado el "representamen" y lo segundo la "representación" (43).
3. Icono, Índice y Símbolo
3.1. Iconos e Hipoíconos
El Signo, nos recuerdo propiamente Peirce, es el punto focal – es un Primero - de la unión relacional de la relación triádica entre el Objeto (Segundo) y el Interpretante (Tercero) (45)[1]: las cuales son, lo que Peirce llama, “las categorías cenopitagóricas” (87).
[1] En sus correspondencias con Lady Welby, datada el 12 de octubre 1904, Peirce resumen, a pedido de su receptora, los significados de Primeridad, Segundidad, y Terceridad: “Las ideas de Primeridad, Segundidad y Terceridad son muy simples. Dándole al ser el sentido más amplio posible, de modo de incluir ideas tanto como cosas, e ideas que realmente tenemos o que sólo imaginamos tener, yo las definiría del siguiente modo: Primeridad es el modo de ser de aquello que es tal como es, de manera positiva y sin referencia a ninguna otra cosa. Segundidad es el modo de ser de aquello que es tal como es, con respecto a una segunda cosa, pero con exclusión de toda tercera cosa. Terceridad es el modo de ser de aquello que es tal como es, al relacionar una segunda y una tercera cosas entre sí.” (Peirce, 1974: 86).
3.1.1. Primeridad
Las ideas de la Primeridad son “cualidades del sentir, o mera apariencias” como, por ejemplo, los colores de una vestimenta[1], su sensación al tacto porque no requiere ninguna reformulación cognitiva de la sensación perceptiva: el color y el tacto son preámbulos del pensamiento interpretativo. Al pensar en la vestimenta, no se requiere una interpretación de la realidad, es el primer punto de la percepción del Signo.
3.1.2. Segundidad
Las ideas de tipo de Segundidad se relaciona con “la experiencia del esfuerzo” de la intencionalidad (87). La Segundidad es, propiamente, la articulación activada de una interpretación interactiva con la estructura simbólica del Signo: es “la experiencia del esfuerzo” (88). La experiencia es el paso previo a la consideración abstracto perceptible del Signo. Es la acumulación inicial de la unificación de la identidad de la relación dialógica entre el Interpretante y el Objeto. Esta relación hermenéutica lleva naturalmente a la Terceridad.
3.1.3. Terceridad
La Terceridad es la conclusión del proceso tríadico de la interpretación. Es la unificación de los factores cognoscentemente producidos en la interacción con el Signo, transformado en Objeto y posteriormente concretizado dentro de un matiz de construcción categóricamente relacionado acerca de sus sustancia y mensaje. Así “[u]n Tercero es algo que siempre pone a un Primero en relación con un Segundo” (92). La correspondencia con Lady Welby el 12 de octubre de 1904, parte anexa a la compilación de La ciencia de la semiótica, es esclarecedor al establecer la herencia lógica del trabajo sistemático de Peirce lo cual tiene rasgos operacionales semejantes y compartidos con los trabajos de Hegel y Kant.
En esta correspondencia que Peirce sostiene con Lady Welby, de forma análoga, Peirce esclarece que la Primeriad, Segundidad, y Terceridad, son tipos semejantes de la lógica del desarrollo del pensamiento como establecido por Hegel: (i) abstracto (relacionado con la comprensión); (ii) dialectico (relacionado con la razón negativa); y (iii) especulativo (relacionado con la razón)[2] como también el idealismo transcendental de Kant[3] (Peirce, 1974: 87).
Esta relación de las “categorías cenopitagóricas” es considerada genuina ya que el triangulo dialógico no está compuesto por “relaciones diádicas”: “Un Signo es un Representamen con un Interpretante mental” (45). La división del carácter del Signo, de ser un signo diferente a otros, es lo que lo permite se categorizado como Icono, Índice y/o Símbolo.
El icono, argumenta Peirce tiene la capacidad de ser el Representamen del Objeto, ubicándolo como el elemento que se acopla al Signo como otro Primero (en la relación triádica); es decir “es una Primeridad de él en tanto Primero” (46). La cualidad de “primeridad”, podemos pensarlo como de primer orden, indica el apego de la interpretación representativa posible del Signo como Objeto, dándole solo la posibilidad de ser concebido como una idea del Objeto mediante el Signo: “Un Signo por Primeridad es una imagen de su objeto y para expresarlo más estrictamente sólo puede ser una idea, porque debe producir una idea Interpretante” (46). Peirce hace la distinción entre el incono como la representación del objeto en la estructura cognoscente del Interpretante, y también el Representamen como similitud, es decir, un icono que representa el Signo como Objeto por su similaridad, lo cual denomina a esta categoría de Signo como un hipoícono.
Los hipoíconos son los signos como representaciones icónicas (que nos remite una idea de la representación del Objeto), siendo distribuidos en tres categorías:
Los que comparten cualidades simples de sus representaciones son imágenes;
Los que representan relaciones, especialmente diádicas – análogas – son diagramas;
Los que representan el carácter simbólico de la representación mediante un paralelismo del distinto, son metáforas.
El carácter de la primeridad del Icono, es lo que construye el Signo como accesible solamente mediante la idea, siendo el icono la forma más directa de comunicar (47). La expresión comunicativa, entonces, depende de la articulación tríadica del conjunto de iconos; este conjunto es identificado como “el predicado de la aserción” (46).
[1] Aquí Peirce aclara la primeridad considerando que “cuando usted piensa en la vivacidad no lo hace considerándola desde este punto de vista” (Ibid, 87).
[2] Vale mencionar, para fines aclaratorios, que, de las tres etapas del desarrollo del pensamiento de Hegel, el primero, relacionado con el pensamiento abstracto se vincula con la noción de la idea de categoría como “discretas y finito”, de una forma separada de la concepción dialéctica (de la otredad: identidad), lo cual es el segundo etapa de las tres etapas del desarrollo del pensamiento de Hegel. La transición, natural, del pensamiento abstracto al dialectico, es la propia consideración negativa del objeto, es decir, su comparación con lo que no es, dándole una construcción exclusiva categóricamente lo cual se funde en la tercera etapa del pensamiento: la razón. La razón, para Hegel como expresado por Peirce también, es lo que permite la interpretación cognoscente de la estructura simbólica de un Signo, de un Objeto, dentro de la discusión conclusiva de la dialéctica del objeto (asentamiento de la identidad del objeto). La razón, argumenta Hegel, es lo que entrega la “unidad” (concluyente) al Objeto. (Stern, 2014: 57-58). trad. del autor.
[3] El compilador sobre la estructura de los objetos en la filosofía de Hegel y Kant, Robert Stern, asevera que el idealismo transcendental de Kant se apoya “sobre la concepción del objeto como una pluralidad de elementos relacionados juntos con la consciencia de la experiencia” (Stern, 2014: 18). trad. del autor
3.2. Índices genuinos e índices degenerados
Ahora los índices, escribe Peirce, pueden ser tanto: (i) genuinos, o (ii) degenerado. Un Índice genuino son aquellas características identificables que, referente a otras partes del mismo Signo, articula la esencia del Signo, mientras que un Índice degenerado no tiene la referencialidad potencializada necesaria para articular su conjunto: las partes del conjunto del Índice no tienen una relación fuerte entre sí, como poder asociativa y atractivo. Por ejemplo, tres golpes sobre una puerta cerrada es un Índice, al momento que se analista el universo propio de la experiencia. En este caso, tenemos tres golpes sobre una puerta cerrada. La relación entre los golpes y la puerta cerrada, es decir, el conjunto de identificables, es lo permite descifrar o nombrar el acto significativamente y, por ende, constituido como un Índice. Aquí tenemos un “Índice” que invoca una idea de la posibilidad de la intención de solicitar una atención, por parte del sujeto que toca la puerta, con los que posiblemente están atrás de la puerta (50). La conexión real de la función del Índice (la sombra de un reloj de sol es un Índice del tiempo) es lo que le permite mantener la condición de Índice en vez de Ícono (que es la representación de la idea del Signo, no la “indicación”; el grado de distinción relevante y enfático presente es el grado de abstracción, lo cual es más elevado y pronunciado en el Ícono).
3.3. La naturaleza de los Símbolos
Un símbolo, como lo hemos expuesto en los apartados anteriores, es un representamen que perdura en el tiempo y, de ser así, es considerado ley. Adicionalmente, el símbolo (un subsistema del Signo con la cualidad de tener la “regularidad del fututo indefinido”) no solamente debe perdurar un significado en el tiempo (como ley) pero debe “denotar a un ente individual” como también “significar un carácter” (55). Es decir, el símbolo esta referenciado a un interlocutor que lo puede interpretar, mediante su composición simbólica propia, un carácter de la topología del signo. En pocas palabras, para que un símbolo sea eficiente (genuino), tiene que estar interactuando con un interlocutor que logra interpretar, de manera esperada, la estructura simbólica del símbolo (la clase de cosas que contiene[1]): “El Símbolo está conectado con su objeto en virtud de la idea de la mente utilizadora de símbolos, sin la cual no habría tal conexión” (58). La potencia del símbolo está vinculada proporcionalmente con su difusión social. Cuanto más se conoce el símbolo - su intencionalidad - más “crece” el significado del símbolo (58).
[1] “[U]n símbolo no puede indicar ninguna cosa particular; denota una clase de cosas” (Peirce, 1974: 58).
4. Grafos existenciales
Pp. 63-82
El siguiente capítulo, intitulado “Grafos existenciales” ilustra el papel lógico de la construcción de verdades, mediante la construcción y consideración de la validez de premisas y estructuras lexicogramatical que componen, necesariamente, las referencias de Signo (icono, índice y símbolo) como también la construcción de “redes” (Peirce lo llama “Grafos”) ilustrada mediante la conexión de puntos y nodos, que componen la estructura simbólica significante. Apenas resaltaré algunos puntos de interés y originales que tienen alguna pretensión de aplicabilidad mayor en mi trabajo.
4.1. Objetos dentro de Objetos
En la discusión acerca del Grafo, la red de signos, los objetos inmersos (y signos en potencialidad), Peirce distingue entre el Objeto Inmediato para referirse al objeto que ocupa la atención del interpretante, y el Objeto Dinámico que es la “gramática” estructural en cual el objeto se encuentra: la realidad (65). En la misma sintonía, Peirce complejiza el proceso de significación al también asignar un Interpretante Inmediato, este que interpreta el signo como objeto dentro de la relación tríadica del Signo (como lo hemos visto en este documento) como también el Interpretante Dinámico, que representa el impacto “real” (ramo de la no-racionalidad: referente al mundo de las sensaciones; memoria; correlaciones; lo relacionado con el emotivo). Por último, existe la creación de un Interpretante Final, que el cúmulo de la doble hermenéutica de la sucesión de adscripciones del Interpretante como: Inmediato – Dinámico – Final.
La percepción es la primera articulación de la construcción de sentido, de significación, de significados, y, consecuentemente, se remite al Objeto Inmediato: “[e]l Objeto inmediato de todo conocimiento y de todo pensamiento es, en último análisis, el Percepto” (67). En la percepción se articula los modos interpretativos de articular el Signo como Símbolo-Objeto, transformando la significación del Signo mediante la Interpretación Dinámica que volverá a afectar el carácter del Signo como Interpretante Final. Esto, no obstante, puede suceder también por la imprecisión significativa, el signo degradado a tal punto de ser incomprensible y intransmisible, aunque hay Signos que serán, por su propia naturaleza, indefiniciones, como, nos señala Peirce en lo que se refiere con la palabra “donación” (71).
Reflexiones finales: crítica del alcance
La postura de Peirce es fundamental para comprender la composición de significados, sus distinciones léxicas de la interpretación y asignación de significados. No obstante, esta postura se remite, necesariamente, a una perspectiva estructuralistas sistémica del significado, del signo, del símbolo. La ciencia de la semiótica presupone la construcción lógica-ontológica del sistema referencial como estático, como dado, propio de la modernidad como contexto de Peirce y propio de la aplicación lógica al problema de la producción de sentido. En este trabajo de Peirce, él mismo concibe que “el lógico no se preocupa de cuáles serán los resultados” (63)[1] de su razonamiento (mientras sea lógico es válido): su deseo es entender la naturaleza de los procesos mediante los cuales se llega a ellos” (63). Este formalismo pragmático que se revela en la exposición de Peirce es adverso a nuevas modalidades de concebir estructuras sociales y simbólicas, especialmente desde las perspectivas pos-parsonianos; las teorías que ponen el relieve en el constructivismo social sobre la influencia estructurante de la “acción racional” del sujeto. Aquí, las perspectivas de meados del siglo XX en adelante acerca del replanteamiento sobre la modernidad (modernidad tardía, posmodernidad, alta modernidad, modernidad liquida) también refutarían la fijación en cual la relación hermenéutica se encuentra[2]. La critica que tengo mayor afinidad teórica, en función a mi proyecto de tesis, es la evolución del ramo de la semiótica social, lo cual enfatiza que la semiótica es producto del social, y no puede ser desasociado del marco conceptual ontológico y cosmológico de la semiosis. Es necesario cobrar, mediante la articulación de la función ontológica del social, justamente la dimensión ‘social’ en la constitución de la semiótica.
Además de la crítica posestructuralista al trabajo de Peirce, el tratado sobre la semiótica como esboza Peirce en esta obra, también toma como inherente los repertorios de conocimiento, es decir, incluye, tácitamente, una noción monocultural del significado, asumiendo una homogeneidad del repertorio simbólico del humano, lo cual excluye por completo las “ideologías del Sur”, por decirlo, ya que su visión se centra, contextualmente, en la construcción de la realidad hegemónica, del Imperio [como diría Hardt & Negri (2001)] y no articula la ideología socio-historicidad y culturalmente sensible, de la semiótica. No obstarte, como prefacio a lo que se desplegará dentro de los estudios sobre significados y sentidos, esta obra sigue siendo la base necesaria en cual las demás perspectivas y criticas surgen.
[1] Podemos entender el “significado” (intencionalidad) de esta oración pensando indexicalmente que el “resultado” aquí denigrado como poco importante a referirse a las implicaciones de las situaciones sociales.
[2] Peirce refuerza su postura pragmática, racional – propio de la lógica – y estructural al recalcar ciertas posturas como esta, acerca de su oficio como lógico: “el lógico desea hacer que cada uno de los pasos del proceso, por pequeño que sea, se perfile en forma distinta, de modo tal que su naturaleza pueda ser comprendida; quiere, sobre todo, que su diagrama sea lo más analítico posible” (1974: 63).
Referente a mi objeto de estudio, este trabajo me permite tener el conocimiento preliminar para poder abordar la tarea transversal de la articulación de teorías sobre la semiótica social, visual, la interacción simbólica, la “gramática” de objetos, estructuras simbólicas de significados entre otros aspectos que se remiten al análisis de la construcción de un sentido que forja una noción que remite a una concepción de una orden (sentido) en el mundo.
Bibliografía y referencias
Hardt, M., & Negri, A. (2001). Empire. Harvard University Press.
Peirce, Charles S. (1974) La ciencia de la semiótica. Edición Nueva Visión: Buenos Aires
Stern, R. (2014). Hegel, Kant and the structure of the object. London: Routledge.
Veltri, G.A. (2016) “Social Semiotics and Social Representations Theory”. En Sammuth, G., Andreoli, E., Gaskell, G., & Valsiner, J., (eds). Handbook of Social Representations. Cambridge: Cambridge University Press.
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