Hablar de etnografía es hablar de una postura metodológica; de un lugar en la metodología[1]. Son varias y variadas las formas de describir lo que es la etnografía, sin embargo, existen un cierto consenso que la etnografía tiene algo que ver con identificar las formas de las subjetividades de las realidades sociales y humanas. Esta subjetividad es, concretamente, situada y contextualizada en una gramática social que se conduce por medio de una sintaxis fruto de su “lugar” (Amparán, y Gallegos, 2000)[2]. Dentro de la polifonía de adscripción identitaria a la etnografía[3] podemos apoyarnos en la definición que nos presenta Duranti (2000) para situarnos en la gramática de esta identidad. “La etnografía”, describe Duranti (2000), “es la descripción escrita de la organización social de las actividades, los recursos simbólicos y materiales, y las prácticas interpretativas que caracterizan a un grupo particular de individuos” (p. 126 en Martinez, 2009, p. 37). Así, la etnografía es parte de un enfoque de la metodología cualitativa, cuya perspectiva “hunde sus raíces en la vida cotidiana” (Wolcott, 1992 en Rodríguez, Flores y Jiménez, 1996, p. 39).
La etnografía, como metodología y herramienta metodológica, “requiere de una gran sensibilidad” (Martinez, 2009). Su enfoque es “desde abajo” (Burke, 1996), y busca la articulación de las miradas subjetivas de los marginados, subalternos y dominados (Scott en Burke, 1996) con una función de “romper” con los paradigmas racionales, positivistas y lineales predominantes del siglo XIX y gran parte del siglo XX. La etnografía posibilita hacer historia “alternativas” que confrontan la historia oficial y ortodoxa, insertando nuevas narrativas dando visibilidad a las voces de las otredad y alteridad[4]. Buscar las miradas, situadas y contextualizas, de sujetos conformados por una dialéctica con su entorno -la estructura- y sus lazos sociales -lo social-, permite la apertura de una reformulación/reconfiguración ontológica sobre las formas de ser y estar en el mundo. La etnografía, nos recuerda Martinez (2009), (con)tiene el principio “revolucionario” como una esencia semiótica[5]. Partiendo del análisis de la experiencia situada de sujetos estructuralmente contenido en relaciones socio-políticos de poder (Foucault, 1994)[6], la etnografía esta esencialmente vinculada con la fenomenología[7]. Preocupado con las formas de ser y estar en la malla simbólica y física de la(s) cultura(s), “la preocupación fundamental del etnógrafo es el estudio de la cultura en sí misma” (Rodríguez, Flores, y Jiménez, 1996, p. 45)[8]. Geertz (2003) define la cultura en términos semiótico[9] y consigna al análisis cultural la función de buscar significados como un análisis de la semiótica social[10]. Bajtín (2000) recuerda que la cultura se establece frente al otro, como definición de sí mismo, como parte de la dialéctica del yo-relacional[11]. Buscando las miradas culturales, subjetivas y situadas es buscar recuperar, en parte, las “lógicas culturales” (Marcus, 2001)[12] dentro de distintos “paisajes” de la economía cultural global (Appadurai (1990) en Marcus, 2001, p. 118).
Miguélez (2005) argumenta que el enfoque etnográfico se apoya en la internalización de las formas sociales de los sujetos, siendo atravesados por las propiedades de las culturas en cual estén en contacto y las instituciones de la estructura social: “la cultura es pública porque la significación lo es” (Geertz, 2003, p. 26). Así, la etnografía busca recuperar las formas expresivas de la sustancia de la identidad saliente (identidad relacional frente a situaciones sociales).
Wright (2005) argumenta que el etnógrafo es “condicionada por los contextos socio-culturales y políticos” de su contexto y, por lo tanto, no puede pretender construir “tipo ideales” “puros” sino geo-culturales, relacionales, situados, contextualizadas y particularizados. Hay una “mutua constitución” entre las “regiones etnográficas y sujetos-etnográficos” (p. 65). En este sentido, la etnografía se practica dejando al los afuera del campo de estudio, las preconceptualizaciones y prejuicios que un observador puede tener sobre el objeto de interés. Esta practica alude a la realización de la reducción fenomenológica de poner en paréntesis las teorías, hipótesis e ideas para “poder ver las cosas desde el punto de vista de los sujetos estudiados” (Miguélez, 2005, p. 4) y es parte de la perspectiva de la teoría fundamentada[13]. “El análisis [etnográfico] consiste pues en desentrañar las estructuras de significación” (Geertz, 2003, p. 23).
Dejando las partes y particularidades de la metodología aplicada de la etnografía para otro momento, cabe señalar que la etnografía busca hacer “nuevas historias”, y poner en relieve las pluralidades de la heteroglosia de la construcción social de la realidad compilando relatos que no generaliza desde lo particular, sino que “particulariza la generalidad” (Busquets, 2000, p. 33). Trayendo a la “superficie” las voces “desde abajo” tiene el potencial transformador de las formas de ver, sentir y percibir la realidad social. La etnografía, en este sentido, es una poderosa herramienta “revolucionaria”.
Bibliografía
Amparán, A. C., & Gallegos, A. L. (2000). El enfoque dramatúrgico en Erving Goffman. Revista Polis, 2, 239-255.
Bajtín, M. (2000). Yo también soy: (fragmentos sobre el otro) (T. Bubnova, Trans). Taurus.
Burke, P (Ed.). (1996). Formas de hacer historia. Madrid: Alianza.
Busquets, M. B. (2007). Conociendo nuestras escuelas: un acercamiento etnográfico a la cultura escolar. Paidós.
Geertz, C. (2003). La interpretación de las culturas. Gedisa.
Marcus, G. E. (2001). Etnografía en/del sistema mundo. El surgimiento de la etnografía multilocal. Alteridades, (22), 111-127.
Martínez, C. P. (2009). Etnografía y métodos etnográficos. Análisis. Revista Colombiana de Humanidades (74), 33-52.
Miguélez, M. M. (2005). El método etnográfico de investigación.
Rodríguez, G., Flores, J. G., y Jiménez, E. G. (1996). Metodología de la Investogacion cualitativa. Ed. Aljibe. Málaga. pp. 39-59.
Wright, P. (2005). Cuerpos y espacios plurales: sobre la razón espacial de la practica etnográfica. Indiana, (22), 55-72.
[1] Por ejemplo, Rodríguez, Flores y Jiménez (1996) describen la etnografía como “el método de investigación por el que se aprende el modo de vida de una unida social concreta” (p. 44-45).
[2] Discutiendo los marcos sociales de Goffman, Amparán, y Gallegos (2002) recuperan la esencia de la construcción social de la realidad en el enfoque dramatúrgico de Goffman describiéndolo como “un punto de vista semiótica en el que se analiza la realidad social como texto y se descifran los códigos y marcos que organizan las experiencias y guían la acción individual o colectiva. Los marcos son esquemas interpretativos que simplifican y condensan la realidad social, al seleccionar y codificar situaciones y eventos, y relacionarlos con el ambiente en el que se desenvuelve el actor” (p. 252).
[3] Ver Rodríguez, Flores y Jiménez (1996) y Martinez (2009).
[4] En la década “revolucionaria” de los 60, como explicita Wallerstein, las feministas buscaran “romper” el dominio de las narrativas de las historias centradas en hombres, y construir una “historia femenina”. Ver Scott en Scott en Burke, 1996, pp. 59-88.
[5] En sus propias palabras, Martinez (2009) argumenta que “[e]l paradigma etnográfico o naturalista siempre está abierto a la reformulación de las propuestas iniciales, lo que realmente cuenta en los planteamientos de este paradigma es describir e interpretar todo lo que ocurre en un proceso determinado. Los métodos utilizados surgen a partir de los individuos, entre ellos encontramos la entrevista, la cual es utilizada para obtener información cualitativa, claro está, que no debe ser generalizada” (p. 36).
[6] Foucualt argumenta que toda conceptualiza de poder es siempre una conceptualización de las relaciones de poder. Por lo tanto, “en las relaciones humanas, sean cuales sean -ya se trate de una comunicación verbal, como la que estamos teniendo ahora, o de relaciones amorosas, institucionales o económicas- el poder está siempre presente: me refiero a cualquier tipo de relación en la que uno intenta dirigir la conducta del otro” (1994, p. 125-126).
[7] “El fenomenólogo intenta ver las cosas desde el punto de vista de otras personas, describiendo, comprendiendo e interpretando” (Rodríguez, Flores, y Jiménez, 1996, p. 42).
[8] Miguélez (2005) recupera la composición etimológica de la palabra etnografía para demonstrar la esencia de las partes que componen dicho enfoque: “Etimológicamente, el término etnografía significa la descripción (grafé) del estilo de vida de un grupo de personas habituadas a vivir juntas (etnos). Por tanto, el etnos, que sería la unidad de análisis para el investigador, no sólo podría ser una nación, un grupo lingüístico, una región o una comunidad, sino también cualquier grupo humano que constituya una entidad cuyas relaciones estén reguladas por la costumbre o por ciertos derechos y obligaciones recíprocos” (p. 2).
[9] “El concepto de cultura que propugno y cuya utilidad procuran demostrar los ensayos que siguen es esencialmente un concepto semiótico” (p. 20).
[10] En sus propias palabras, Geertz (2003) sostiene que “la cultura es esa urdimbre y que el análisis de la cultura ha de ser, por lo tanto, no una ciencia experimental en busca de leyes, sino una ciencia interpretativa en busca de significaciones. Lo que busco es la explicación, interpretando expresiones sociales que son enigmáticas en su superficie. Pero semejante pronunciamiento, que contiene toda una doctrina en una cláusula, exige en sí mismo alguna explicación” (p. 20).
[11] ““En el ámbito de la cultura, la exotopía es el mecanismo más poderoso de la comprensión. Una cultura ajena se descubre más plena y profundamente sólo a los ojos de otra cultura; pero tampoco en toda su plenitud, porque llegarán otras culturas que verán y comprenderán aún más. Un sentido descubre sus honduras al encontrarse y toparse con otro sentido ajeno: entre ellos se establece una especie de diálogo, que supera el carácter cerrado y unilateral de ambos sentidos, de ambas culturas.” (Bajtín. 2000, p. 158).
[12] “Las lógicas culturales, tan buscadas en antropología, son siempre producidas de manera múltiple, y cualquier descripción etnográfica de ellas encuentra que están, al menos parcialmente, constituidas dentro de sitios del llamado sistema (i.e. instituciones interconectadas de medios de comunicación, mercados, estados, industrias, universidades; las elites mundiales, expertos y clases medias)” (Marcus, 2001, p. 112).
[13] Rodríguez, Flores y Jiménez (1996) describe este enfoque como ““el de descubrir teorías, conceptos, hipótesis y proposiciones partiendo directamente de los datos, y no de supuestos a priori, de otras investigaciones o de marcos teóricos existentes” (p. 48).
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