La abducción tiene algo que con el instinto; con este momento previo al conocimiento. Es un aroma que dirige la mente, las ideas. Esta intuición proviene de la intersección de diversos factores que hacen posible la construcción de nuevos conocimientos, establecidos en hipótesis que tejan lo no-explicito de una mirada. Es sobre esta inquietud que Sebeok y Umiker-Sebeok, (1987) recuperan la forma de la metodología del semiótico y matemático Charles Peirce buscando rastrear el proceso de la consolidación de una nueva idea. Este “instinto intelectual” es lo que Peirce denomina abducción[1]. La abducción, -también descrito como retroducción- se encuentra representado en la exclamación conclusiva de Sherlock Holmes: “¡Elemental, querido Watson!”. Es lo “elemental” de la conclusión -la evidencia distribuida y relacionada- en donde se expresa el poder de la abducción. El conocimiento, argumenta Sebeok y Umiker-Sebeok (1987), “depende de la formación de una hipótesis” (p. 30) en lo cual plantea la posibilidad de una relación verificable y “elemental”. La hipótesis se apoya, se cría y se nutre, del instinto del conocimiento adquirido y distribuido, y se formula en base de potenciales conexiones y creaciones de cartografías en lo que Deleuze y Guattari (2002) han denominado el pensamiento rizomático[2]. Estar en el mundo es participar, activamente pero no siempre reflexivamente, en los esquemas constitutivo de este “mundo”, adquirido a través de un proceso de interacción dialógica prolongada con el objeto-mundo. La mirada, experimentada de Sherlock Holmes, por ejemplo, se apoya en lo que Pierce ha denominado “representaciones mentales” (Hanks y Severi, 2014, p. 2). Este instinto epistemológico, producto del oficio -el habitus -del científico permite deducir desde “la verdad, sin que podamos especificar qué circunstancias observadas nos llevaron a tales indicaciones” (Peirce en Sebeok y Umiker-Sebeok, 1987, p. 33)[3].
La composición cognoscible de la realidad social realiza un trabajo previo de negociación y posición semiótica en construir lo que Peirce menciona son los “juicios de percepción”[4]. La percepción, por su parte, es una interpretación -situada- de una mirada: la ontología. Hanks y Severi (2014) argumentan que la fijación de un objeto lenguaje en una descripción formal lingüística, es un proceso de traducción. Ver e identificar lo que se ve depende de cómo interpretamos la gramática y sintaxis del objeto -en este caso, un objeto-lenguaje- lo cual permite su categorización y tipologización en esquemas que hace entendible el mundo (p. 1). El proceso interpretativo, hermenéutico y de traducción, es un proceso cotidiano y natural de la vida social, posicionado la traducción como un “hecho social” [5] construido socialmente y comunicado simbólicamente (Hanks y Severi, 2014, p. 8). Es en base de esto que la abducción adquiere acentuaciones diferenciados. Hanks y Severi (2014) argumenta acerca de las traducciones interculturales, y situadas que conllevan percepciones diferenciados sobre los mismos objetos-lenguajes. Estas traducciones simbólicas conforman las tipologías y categorizaciones de las “representaciones mentales” del mundo, dando una “carácter” a las cartográficas rizomáticos que construyen. Así, la traducción es un proceso “cultural” además de social, y yo consideraría que también en un proceso político, recordando a Althusser los aparatos ideológicos del Estado[6].
En el proceso de abducción, la hipótesis surge sin claridad de su génesis, como extensión del proceso de estos juicios de percepciones que crean las posibilidades de nuevos conocimientos “un acto de penetración”, de “sugestión abductiva” (Peirce en Sebeok y Umiker-Sebeok, 1987, p. 34). La abducción, argumenta Peirce, es “el primer paso del razonador científico” proseguido por los dos modelos de indagación epistemológica formal que es el método deductivo y la inducción (Sebeok y Umiker-Sebeok, 1987, p. 34). En la formulación de la hipótesis y el proceso posterior de comprobación se indaga en la lógica de la construcción del objeto que dará una razón a la hipótesis. Así, “[l]a única diferencia entre un juicio perceptivo y una deducción abductiva es que el primero no está sujeto al análisis lógico, al contrario que la última” (Sebeok y Umiker-Sebeok, 1987, p. 34).
Bibliografía
Althusser, L. (1988). Ideología y aparatos ideológicos del Estado. Freud y Lacan, Nueva Visión, Buenos Aires.
Deleuze, G., & Guattari, F. (2002). Mil mesetas: capitalismo y esquizofrenia. Pre-Textos.
Durkheim, E. (1997). Las reglas del método sociológico. Fondo de Cultura Económica.
Hanks, W. F., y Severi, C. (2014). Translating worlds. HAU: Journal of Ethnographic Theory, 4(2), 1–16. https://doi.org/10.14318/hau4.2.001
Sebeok, T. A., & Umiker-Sebeok, D. J. (1987). Sherlock Holmes y Charles S. Peirce: El método de la investigación. Ediciones Paidós.
[1] Sebeok y Umiker-Sebeok (1987) describe la abducción, también entendido como retroducción, como “un medio de comunicación entre el hombre y su Creador, un «privilegio divino» que debe cultivarse” (p. 33).
[2] Así, cualquier, nuevo conocimiento depende de la formación de una hipótesis; "sin duda alguna, al principio no parece haber, en absoluto, espacio para la cuestión que le da soporte, puesto que de un hecho actual sólo se infiere un puede-ser (puede-ser y puede no-ser)” (Sebeok y Umiker-Sebeok, 1987, p. 30).
[3] Los autores describen que “Los distintos elementos de una hipótesis están en nuestra mente antes de que seamos conscientes de haberla formulado, pero es el hecho de ensamblar lo que antes nunca habíamos soñado ensamblar, lo que enciende la sugestión antes de nuestra contemplación” (Sebeok y Umiker-Sebeok, 1987, p. 34).
[4] Peirce define los juicios de percepciones como: “el resultado de un proceso, aunque de un proceso no suficientemente consciente como para ser controlado, o, para decirlo con más precisión, no controlable y por tanto no totalmente consciente” (Sebeok y Umiker-Sebeok, 1987, p. 34).
[5] Durkheim (1997) define algo, como un hecho social, como: “toda manera de hacer, establecida o no, susceptible de ejercer sobre el individuo una coacción exterior; o también, el que es general en la extensión de una sociedad determinada teniendo al mismo tiempo una existencia propia, independiente de sus manifestaciones individuales” (p. 51-52).
[6] Althusser (1988) distingue como aparatos ideológicos del Estado (AIE), las siguientes instituciones.:
religiosos (el sistema de la distintas Iglesias),
escolar (el sistema de las distintas "Escuelas”, públicas y privadas),
familiar,
jurídico,
político (el sistema político del cual forman parte los distintos partidos),
sindical,
de información (prensa, radio, TV., etc.), y
cultural (literatura, artes, deportes, etc.) (p- 12).
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