La administración de la información también es una administración de la frontera. El doble discurso de la protección a migrantes.
[FRAGMENTO DE DIARIO DE CAMPO]*
Me pongo sobre el Arco. Ya son casi el medio día y tengo previsto ir a un albergue conocido para ver la posibilidad de interceptar algún migrante en su ida/salida del lugar.
Hace una hora estuve caminando la avenida Revolución buscando hacer algunos registros del movimiento, de las actividades. Percibo que la calle -el corredor turístico de la ciudad- está repleto de puntos clave de Tijuana, como banderas que resaltan “logros”, o datos de importancia sobre Tijuana, hecho por el gobierno de Tijuana. Es interesante ver que se menciona el turismo médico entre las industrias económicamente activas de la región. Hay una cierta honestidad en estos anuncios; todo está en el lenguaje. No se dijo que hay un sector dinámico de la industria médica en Tijuana, sino que se sabe que Tijuana es un punto de encuentro para foráneos a venir hacerse tratamientos médicos; es una complicidad con las fachadas de las farmacéuticas que venden medicamentos de receta “sin receta” -muchos son farmacéuticos relacionados con la proeza sexual: viagra y sus derivados, entre otras. Uno podría también leer que, efectivamente, aquí hay un turismo médico; un drogadicto busca “su medicina”; y aquí lo encontrará. Todo está en el lenguaje. Como describimos y representamos las realidades es parte de como concebimos el mundo. Es parte, natural, de la construcción narrativa e itinerante del mundo; de la realidad; de nosotros, y los otros.
Ilustración 1. Comunicación social del gobierno de Tijuana, Avenida Revolución, marzo 2022
De regreso paso un puesto de información turística. Me acerco con el discurso de ser un turista que recién llega a Tijuana -me interesa indagar como “pintan” Tijuana a los que buscan caminar sus espacios; que espacios resaltan, de qué forma y como construyen los demás espacios. Me acerco y les digo buenos días, y les pregunto si no tienen un mapa de la ciudad. Me dice que sí, y pregunten de dónde vengo. Les cuento que acabo de llegar de la Ciudad de México y me gustaría conocer un poco de los puntos de interés principales para caminar, para conocer la historia de Tijuana. Me recomiendan un camino que se centra, principalmente, sobre los cuadrantes iniciales de la Avenida Revolución, y caso me interesa ir más lejos, seguir la avenida pero con un “calafia”, lo cual me podrá llegar hasta el estadio de los Xolos. El mapa es curiosamente vacío “del otro del Río de Tijuana”, por lo cual les pregunto que hay para acá. Me dicen que es más residencial, y no hay nada “realmente” de interés turístico. Les pregunto qué zonas recomiendan que no voy (sin añadir el calificativo de inseguridad). Me dice que lo más recomendable es no pasar el Arco de Tijuana y quedarse en este lado del río.
[Así es, la mayoría de los lugares de apoyo, refugio y asistencia hacia los migrantes es justamente pasando el Arco de Tijuana, y cruzando el río, justamente los puntos “no turístico”, justamente los puntos donde se busca “invisibilizar” para que el turismo fluye en el sentido deseado; es decir, sobre la muestra de una Tijuana “limpia” y “open for business”. Al final de cuenta, es esto los mensajes que parecen indicar: Tijuana 'is Open for Busniess, paisano'; así en spanglish para que nadie se queda afuera de esta indicación, de esta relación, de esta comercialización de la cultural y del imaginario. Por lo tanto, no es de sorprenderse que al inicio de la Avenida Revolución, junto con el Arco, uno se da con una esquina con mariachis, una cebra con un poncho, una cantina y un antro… En mi imaginario, escucho: “¿Qué más quieres, primo? Aquí ‘ta todo!”]
Ilustración 2. Mapa turístico de Tijuana – adquirido en marzo 2022
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Con el mapa de Google para guiarme, nos vamos por una de las calles secundarias que se desprende de la Avenida Revolución, y vamos siguiendo el camino indicado mientras pasamos a los grafitis, a los transeúntes, a todas estas personas que se hacen pasar “sin ser vistos” por lo demás; sentados y sentadas sobre la banqueta, cargando bolsas enormes de chunches; la sobrevivencia como vida. Acercándose al local de tamales que quiero conocer [un espacio construido por una deportada que ahora se dedica, también, a apoyar deportados y deportadas como también a aquellos migrantes que se encuentran en albergues de Tijuana], me doy cuenta de que lo he pasado, así que damos la vuelta y caminamos. Nos metemos en unas calles a la izquierda y a la derecha, y no lo veo. El Google maps me dice que está cerca, que en principio deberíamos haberlo pasado, pero no lo vi. En esto de estar mirando el celular, y mirando hacia los lados, se nos acerca un hombre, joven, cargando una bolsa de plástico con ropa.
“You lost? What’re you looking for?”
Me dirige la palabra. Le digo que andamos buscando un lugar de tamales. Él me responde, ya en español, que hay dos cercanos, uno más adelante, “arriba, a la izquierda, dos para allá…” y se detiene en “visualizar” el camino hacia la tamalería arriba. Se corrige, “no, es dos pa ’riba, y una a la izquierda”, y también nos comenta que hay otra atrás, a dos cuadras. Le digo que, ah, quizás es esta que buscamos. Nos quedamos ahí, los tres, en un momento de silencio, por algunos segundos, hasta que yo le pregunto, “¿Y tú, cómo está? A dónde vas?”. Me dice que va a vender ropa -pienso que quizás se va a poner en alguna esquina a buscar que alguien compre su ropa; me lo dice con un poco de tristeza, mirando hacia abajo, como si tuviera vergüenza. Pero se yergue la cabeza y sigue: "Hay que trabajar, hay que trabajar”, nos responde. El caminar las calles de Tijuana es trabajo, es talonear.
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Ilustración 3. Centro de Tijuana, marzo 2022
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Hay mucha actividad, y todos los encargados están ocupados atendiendo a las personas. No logramos llamar la atención de ningún funcionario y tampoco nos interesa interceptar uno en su labor que -en todo sentido- es más valioso que responder a nuestras preguntas y peticiones. Los médicos y trabajadores de la salud primero, nosotros después. Mirando hacia los lados, en búsqueda de alguna fuente, de alguna persona que podría brindar información, fuentes, datos, historias, vemos a algunas personas distribuyendo panfletos. Me acerco y les pregunto quiénes son: “de que organización provienen?”, pregunto. Me comenta que son de Alcohólicos Anónimos; que están aquí repartiendo información para que aquellos que lo necesiten, buscan apoyo, buscan ayuda. Nos resalta que para ellos lo que importa es que se recuperen, no les importa lo que han hecho o de donde provienen: “Nos importa su salud”, me dice.
Le pregunto donde están ubicados, y me señala con la mano diciendo que a “unas 9 cuadras pa’alla, a la izquierda”. Tomo nota. Le digo que quizás doy una vuelta para ver si puedo hablar con algunos de los asistentes. Me dice que sí, pero no en la charla propiamente, ya que es para aquellos que luchan con sus drogadicciones y alcoholismo. “Claro, no pensaba entrometerme en el servicio que brindan”, y explico mi trabajo, y se muestra de acuerdo con que vaya. Queda pendiente esta ida.
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Es un camino de un poco más de 1 hora caminando desde donde nos encontramos. Hay que salirse de la avenida principal y subir por la colonia Libertadora. Ahí ya no hay banquetas, sino fachadas de asfalto que pretende cubrir un espacio mayoritariamente ocupado por vehículos. Dejamos atrás la interacción dinámica entre peatones y coches para encontrarnos caminando a solo, en el margen de avenidas. Subimos un cerro, y nos encontramos que la calle en el cual debemos tomar esta “cerrada” con cinta amarilla. Hay un hombre puesto al lado. “Oye, ¿si se puede pasar?”, pregunto. “Sí, es que están arreglando la calle más arriba y no hay paso vehicular, pero para peatón sí. Pásenle, pásenle". Subimos.
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Llegando veo una persona en la puerta y me acerco mientras voy sacando mi credencial. “Hola, buenas tardes. Soy tal y tal, y vengo de x y z…” recuento este texto introductorio tan matizado que tengo que me ha dado acceso a escuchar las vidas de migrantes al largo de las últimas semanas. “Lo siento, pero tiene que hacer cita para visitar. Tienen que incluir que quieren hacer aquí, que preguntas buscan, y veremos si hay posibilidad”, me dice una amable señorita. “Oh! No sabía. ¿Puedo hacer la cita contigo, en este momento?”, pregunto. "No" y me dice que es solamente a través del correo electrónico y me regala un folleto con información del refugio. Le agradezco y comento que haré llegar el correo pronto.
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Busco su filial que brinda capacitación a migrantes. Tengo muchas preguntas: ¿cuántas personas acuden a los talleres?, ¿qué capacitación suelen buscar los migrantes?, ¿cuál es la tasa de éxito de inserción laboral?, ¿quiénes son los que imparten las capacitaciones?, etc.
“Buenas tardes, oye, mira, soy fulano de tal…”, ya sabes, esta introducción básica mía, a un funcionario con una camisa de la filial. Me saluda y me dice que ahora todos salieron a comer, pero ya vienen de regreso -son casi las 5 de la tarde. Ya empieza a hacer frío y veo cómo se va poniendo el sol. “Ah, ok, bueno, aquí les espero”, digo. “Claro que sí, puedes sentarte aquí”, me dice indicándome un banco cercano. Me siento.
Hace frío, y ya estoy cansado, pero me aguanto, porque ya estoy aquí y es una fuente importante. No he encontrado muchos espacios que buscan capacitar a migrantes para que puedan, de forma exitosa, ingresar a la sociedad tijuanense en el sentido de encontrar un trabajo que permite “levantarse” y moverse más allá de las calles, de los refugios, de los albergues; el famoso "salir adelante". Pasan unos 15 minutos y se acerca una mujer -joven- a abrir la puerta del edificio. Me levanto y me acerco diciendo buenas tardes. Intercambiando saludos y le comento este discurso introductorio de siempre. Le sigo adentro y le acompaño a su lugar de trabajo. Me dice que ella trabaja en el área administrativa y no puede revelar muchos datos [más adelante buscaré averiguar por qué].
Me dice -toda información que se puede encontrar en su página de internet- que el Centro da capacitación a migrantes, como cursos de inglés y de computación. Me cuenta que el Centro tiene un poco más de 5 años y es una modalidad única de México. Es un Centro abierto a “todo el público" y operan todos los días. Las personas que logran terminar los cursos de forma exitosa reciben una constancia. El objetivo es buscar la mayor integración de los migrantes en la sociedad tijuanense. Ahí es donde yo busco recalcar esta información al preguntar que “entonces todos los migrantes que acuden aquí no tienen pretensiones de cruzar, no están en procesos de asilo político, o nada de este estilo, ya han decidido quedarse en Tijuana?”.
Me dice que no me puede brindar esta información, que tengo que hacerles llegar un correo solicitando dicha información, especificando para que finalidad, de quien, y con qué propósito. Me muestro sorprendido. No me pareció que mi pregunta buscaba revelar algo demasiado sensible o que podría perjudicar la organización, o los propios migrantes.
Le pregunto quienes dan la capacitación, si son estudiantes de la universidad, profesores, de Estados Unidos, de otras organizaciones, ¿dónde vienen estos voluntarios? Tampoco me puede responder por la misma cuestión de “protección de datos”, y por “la seguridad de la población vulnerable”.
“somos una asociación civil y no podemos andar por la vida diciendo todo a cualquiera”.
Le digo que he visitado varios albergues y no he tenido problemas en preguntarles sobre cómo funcionan sus operaciones, y que simplemente no me queda claro las razones de proteger información del tipo de solicitado. Y me responde
“tengo entendido que mucho de los albergues tienen sus protocolos para resguardar la información para proteger la información migrante” y, así, ellos también tienen el suyo.
No deja de ser curioso. Sería interesante, hasta valioso, saber quiénes dan la capacitación de los cursos, de forma general… si son los propios migrantes que se forman, o que sectores de la sociedad civil se involucra ahí? Pero no pude dar respuestas a estas preguntas. Me dice que tengo que hablar con otro encargado y que aún no llega, pero no debe tardar. Me vuelvo a sentar afuera y escribo algunas notas. Pasan otros 10 minutos y encuentro al encargado. Nuevamente, la misma introducción, y me dice que lamentablemente, necesita aprobación de su jefe para que le autorice pasar estas informaciones. Es muy curioso. Me quedo pensando si cuando los contraten, tienen que firmar algo diciendo que no pueden regalar cualquier información sin la aprobación previa del “jefe”. Me imagino que sí, o simplemente es una regla interna, no escrita, pero bastante clara. ¿Qué busca controlar con esto? Es un discurso de doble filo. Me deja muchas más preguntas que respuestas. Agradezco sus tiempos, y me despido.
Ilustración 4. Centro de Tijuana, marzo 2022
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