Lunes 6 de septiembre 2021
[Fragmento de diario de campo]
Me encuentro en la avenida Revolución, en una crepería que poco a poco se está volviendo uno de “mis lugares” aquí en Tijuana. Son un poco después de las 5 de la tarde, El sol sigue fuerte, y el calor hace que el sudor gotea debajo de mi gorra. Percibo que trazo los mismos pasos; que ando las mismas calles. Ya no ando “buscando” sino que camino con “dirección”, con “propósito”, dando un “significado” a mis pasos, y, por lo tanto, camino en los caminos que he construido, identificado; que me han “funcionado”. En realidad, no quería regresar a la avenida “turística” para tomarme un café. Buscaba algo más "fuera del camino" (de "mis caminos”), pero no encontré nada (quizás no “miré” bien). Caminado sobre “mis caminos”, refuerzo mi conocimiento. Las calles del “centro centro” se vuelven más conocidas, y yo más familiar con el paisaje sin ser parte de la familiaridad del paisaje. Mi apariencia delata una “otredad”: “no soy de aquí” dice; grita: “¡Güero, alto, ojos claro!” -para todos soy más un “gabacho” andando por Tijuana.
Bajé antes del fin de circuito de la combi; quería caminar, igual, sobre calles conocidas, los caminos que he construido, identificado, forjados; “mis calles”. Siempre son muchos hombres en las calles. Hombres “de calle”; por lo general veo solo a adultos en la calle, pero hoy vi a dos adolescentes, en distintos momentos. El primero venía caminado -no debe tener más que 16 años- cargando una cobija, repentinamente lo echa sobre el suelo en la parte trasera de la baqueta, y se sienta. Interpreto su gesto como una resignación, como también en su forma de ser; todo de él me invoca la idea del “trabajo”; de que simplemente “ser” es un “trabajo”; nada es fácil. Un poco más adelante, veo primero a dos piernas saliendo desde una depresión entre dos edificios. Es un espacio que quizás marca una división blanda entre dos edificios. “Hay alguien sentado allí”, pienso. Voy pasando y miro. En este espacio -que retrae menos de un metro dando la apariencia de haber una división entre los edificios- veo a un adolescente con la atención fijada en la inyección que administra en su mano. Sigo “mis caminos”;
Los bancos en la avenida pública son, por lo general, ocupados; en una de estos, veo a un hombre cabeceando, casi cayéndose del banco. “Heroína”, pienso. Recuerdo la canción, “Welcome to Tijuana: Tequila, sexo y marihuana”, de Manu Chao. Busco recordarme de las letras, pero esta frase resuena conmigo (aunque me parece que lo que corre por las calles de Tijuana es algo más fuerte que marihuana).
Ilustración 1. Centro de Tijuana, 6 de septiembre 2021
[Me encuentro en un local para tomar un café antes de mi cita].
Me levanto y me dirijo al baño. En mi última visita al lugar, me comentaron que hay que ingresar un código para entrar al baño, así que pregunto por el código, y me comentan que está ocupado. Espero; bebo lo que me falta del café; sigo escribiendo. Pasan 5 y 10 minutos. El baño todavía ocupado. Ya empiezo a tener más ganas de ir al baño. Decido ir afuera a fumar, a “pasar el tiempo”, mientras espero el baño. Pasan otros 10 minutos. El baño sigue cerrado. Ya son casi las 6 y todavía no sale la persona que ingresó, pelo menos, hace media hora. Un vigilante se acerca y toca la puerta. “¿Estás bien?”, pregunta. “Papel, papel”, se escucha desde el baño. “No había papel”, concluyó. Bueno, no tarda en salir. Se le entrega un rollo de papel de baño. Ya son las 6, voy a llegar tarde. Ni modo, es importante que primero paso al baño. Sale una mujer, llevando bolsas de ropas, con una apariencia de drogadicción; no logra sostenerse bien, habla con los comensales alrededor -más bien- les dirige la palabra a quienes la mira- buscando explicar lo sucedido, dar a todos una explicación; justificarse ante todos. “Es que no había papel”, dice a todos y a nadie. Nadie responde. Empieza hablar en inglés. “My friend. Where’s my friend. Did he leave?”, pregunta a una cliente del lugar que se encuentra en una mesa cercana. “No lo sé”, responde. “He has my phone. I need it. I need my phone”, explica. Exclama. Suplica. La mujer sentada en la mesa la mira. Pregunta si está bien. “Yes, I’m just worried about my phone”, responde mientras pelea por mantenerse de pie. Me levanto y entro al baño. Percibo que en el bote de basura hay mucho papel, casi un rollo completo, que ha sido mojado. Puedo ver manchas de sangre en la tapa del tanque de agua del inodoro. Miro a ver si hay una jeringa en el bote de basura, no la veo. “Quizás no la tiró; la guardó para usarlo nuevamente”, pienso. Lavo mis manos y salgo del baño. Ya se fue la mujer; quizás fue atrás de su amigo, por su “teléfono”, pienso. Quizás.
(...)
Me dirijo hacia un albergue exclusivo para hombres migrantes. La primera impresión que tengo es lo decadente, precario y vulnerable que es el espacio. El edificio se ve deprimido, desde afuera, uno podría pensar que hasta abandonado. A esta hora hay un grupo de personas -migrantes- afuera, unos entrando, otros ocupando espacios alrededor de la banqueta afuera. Entro al espacio. No es muy ancho, me percato que el techo es bajo. A mi frente y a la izquierda hay camas estilo literas, a mi derecha una mesa con un voluntario que administra, también migrante. Está obscuro. La mayoría de las camas están ocupadas. Hombres acostados. Algunos sin camisas. No se habla mucho. Yéndose a la derecha, encuentro otro espacio con una mesa, algunas sillas. Es el área de comida. Hay una televisión, con una imagen, congelada, de algún paisaje, como una plantilla de un salvapantallas genérico. Regreso al espacio inicial, y me dirijo hasta el otro extremo. Paso un baño y una regadera. Hay unas escaleras de madera al final, curvadas, precariamente hechas, que me lleva al “segundo piso”. Arriba hay más camas -colchonetas- puesto en el piso. Me comentan que había más camas antes. Bajo nuevamente. Busco entender como interactuar con este espacio. Llegamos al inicio nuevamente. No sé cómo seguir, que hacer. Me pregunta si quiero hablar con alguien. “Sí, claro, a esto vengo, pero déjame pensar bien cómo proceder, quizás me gustaría conversar con alguien mañana, y hoy apenas registro el lugar”, digo. No logro decirles otra cosa que esta verdad.
“El ingreso aquí es a las 6 y tiene que salir a las 7 de la mañana”, me dice. Me pregunta nuevamente que estoy haciendo y por qué. Le explico que estoy investigando las historias de la migración, de los hombres migrantes indocumentados y deportados, que quiero entender mejor sus experiencias. Agrego que yo también soy un migrante, otro tipo de migrante -me veo en la necesidad de justificar mi privilegio, de mi condición de “migrante” privilegiado -de un hombre, “güero”, que ha podido migrar legalmente, casi “libremente” sin pasar por las vías de la migración indocumentada, ilegal, lleno de violencia, temor y agresiones. Parece ser lo suficiente para que se siente en confianza. Busco ser sincero, decir “la verdad”; Me empieza a hablar de su experiencia. (...) Le agradezco su tiempo, y en esto un migrante que se había parado al lado, me empieza a contar su historia. Es un salvadoreño.
(...)
Hay una parte de mí que quiere incidir directamente en sus vidas. Sacar mi billetera y regalarles todo lo que tengo. “Toma, toma el dinero, vaya a comprarse algo rico de comer”, pienso, pero no lo hago. No es “mi lugar”, hacer esto, y esta incidencia crearía otra relación entre nosotros, entre yo y ellos; transformaría mi “lugar” y, por lo tanto, recuerdo que lo que me toca es ver como poder utilizar estas historias para entender mejor sus condiciones y posteriormente, ser canalizadas, instrumentalizadas, articuladas, operacionalizadas en formas de mejorías en los tratos de migrantes deportados. “La esperanza es lo último que muere”, me recuerdo.
Voy queriendo darle todo que tengo, pero sabiendo que no puedo. Me parte el corazón ingresar a estas realidades y salirme, e ir a mis realidades cómodas y ajustadas. Llego a mi lugar de hospedaje y miro todo lo que tengo a mi alcance. Pronto me baño, me cambio, me hago algo de cenar. Me acuesto en la cama con lágrimas y gritos atorados en la garganta. Quiero gritar, llorar, romper todo. Respiro hondo y me preparo para lo que viene mañana. Mañana decido llegar antes de las 7 allá, para poder convivir con los migrantes en la espera que puedo escuchar sus historias, seguirlos en su día-a-día y dejar que sus realidades ocupan, aunque momentáneamente, mis realidades.
***
No será difícil dar con su domicilio
Miren los basureros
Welcome to Tijuana
Tequila, sexo, marihuana
Welcome to Tijuana
Con el coyote, no hay aduana
Welcome to Tijuana
Tequila, sexo, marihuana
Bienvenida a Tijuana (Welcome to Tijuana)
Bienvenida, mi amor (Con el coyote, no hay aduana)
De noche a la mañana (Welcome to Tijuana)
Bienvenida a Tijuana (Tequila, sexo, marihuana)
Bienvenida a mi suerte (Welcome to Tijuana)
A mí me gusta el verte (Con el coyote, no hay aduana)
Bienevenida a Tijuana (Welcome to Tijuana)
(Tequila, sexo, marihuana)
Bienvenida a Tijuana (Welcome to Tijuana)
Bienvenida, mi amor (Tequila, sexo, marihuana)
De noche a la mañana (Welcome to Tijuana)
Bienvenida, mi amor (Con el coyote, no hay aduana)
Bienvenida a Tijuana (Welcome to Tijuana)
Bienvenida tu pena (Tequila, sexo, marihuana)
Bienvenida a la cena (Welcome to Tijuana)
Sopita de camarones (Con el coyote, no hay aduana)
Bienvenida a Tijuana (Welcome to Tijuana) (Tequila, sexo, marihuana)
Bienvenida a mi suerte (Tequila, sexo, marihuana)
Bienvenida a la muerte (Welcome to Tijuana)
Por la Panamericana (Welcome to Tijuana)
(Te digo yo)
Welcome to Tijuana
Tequila, sexo y marihuana (Te digo yo)
Welcome to Tijuana
Con el coyote no hay aduana
Bienvenida a Tijuana (Welcome to Tijuana)
Bienvenida, mi amor (Tequila, sexo, marihuana)
De noche a la mañana (Welcome to Tijuana)
Bienvenida a Tijuana (Con el coyote, no hay aduana)
Welcome to Tijuana
Tequila, sexo y marihuana
Welcome to Tijuana
Con el coyote, no hay aduana
No será difícil dar con su domicilio
Miren los basureros
¿Alguna novedad?
Nuestra lucha es por el respeto a nuestro derecho a gobernar
Y gobernarnos y el mal gobierno impone a los más
La ley de los menos
Nuestra lucha es por la libertad para el pensamiento y el caminar
Y el mal gobierno pone cárceles y tumbas
Nuestra lucha es por la justicia
Y el mal gobierno se llena de criminales y asesinos
Techo, tierra, trabajo, pan, salud, educación, independencia
Democracia, libertad
Estas fueron nuestras demandas en la larga noche de los quinientos años
Estas son hoy, nuestras exigencias
Pues órale
Mamá, mamá
Ahí te dejo mi carrito, tengo un asunto importante que atender
Dame un café
¿Quieres café, mi vida? (Sí) ¡Pues, sírvetelo!
Hermanos y hermanas, de otras razas y otras lenguas
Aquel a cuya mano se acerca este manifiesto, que lo haga pasar
A todos los hombres de sus pueblos
Trabajo pesado...