Martes, 24 de agosto 2021
[Fragmento de diario de campo]
Mido 1.82cm. Tengo el cabello castaño claro, aún más claro en el sol de Tijuana. Mis ojos son verdes claros, aunque en algunas condiciones pueden parecer un azul pastel, o hasta grises. Mi tez de piel es clara, aunque el sol de las últimas dos semanas de Tijuana me ha dado un bronceado visible. Por lo general salgo de bermudas estilo cargo, una playera, tenis de caminar, y una gorra. Claro, y mi mascara de doble protección N-95. Llevo conmigo una mochila, una botella de acampar con un litro de agua. Son un poco más de las 9 de la mañana y estoy en la plaza frente a la catedral metropolitana (estoy en el "centro-centro" de Tijuana). A esta hora, se están instalando unos hombres frente a una tienda popular de telas y accesorios de coser. Son tres, sentados, y están hablando entre sí. Hay movimiento peatonal; hombres, mujeres yendo a sus respectivos destinos. “Ey, muchacha!”, grita un hombre hacia una mujer que acaba de cruzar la calle. Ella sigue su paso; ellos se ríen. Son hombres que aparentan estar en la calle; tienen la apariencia de “la calle”. Se entrecruzan peatones mientras pasan los vehículos, las combis de transporte público. Yo estoy aquí mirando, contemplando mis próximos pasos.
“to think of the subject as an autonomous self... authorizes the fear that if the boundaries are breached at all, there will be nothing to stop the self’s complete dissolution.... When the human is seen as part of a distributed system, the full expression of human capability can be seen precisely to depend on the splice rather than being imperiled by it."
· Hayles K.N., 1999. How we became post-human. University of Chicago Press, Chicago, IL.
Prendo un cigarro. Mientras fumo, veo los afiches pegados al poste de luz. Muchos boletines de búsqueda y algunos anuncios de trabajo. “Donde estarán?”, pienso. “¿Del otro lado, será? ¿Será aquí un registro de los que han cruzado?”. De pronto escucho alguien: “Hey man”. Miro hacia el lado. “You knowing smoking isn’t good for you.” Un hombre, barbudo, me regala este consejo. “Sí, lo sé”, digo. "Nunca lo he dudado", pienso. “Shouldn’t smoke, it’s bad for you”, me repite. “Yeah, I know”, le respondo. El hombre, feliz con el intercambio, sigue su camino con una sonrisa. Aquí paso por un turista; un turista estadounidense. Mas allá de haberse preocupado con mi salud, me cuestiono si no había una intención del hombre de querer hablar inglés; de demostrar, practicar, expresarse en inglés. Quizás fue un idioma que en algún momento él utilizó con frecuencia, pero ahora se encuentra “de este lado”. No lo sé. “Tengo que ir hacia allá”, pienso, viendo el Arco. Hoy me dirijo a el Chaparral.
Ilustración 1. " Boletines de búsqueda en un poste del centro, Tijuana, 24 de agosto 2021
La calle Primera, la primera calle que uno se encuentra cruzando la plaza hacia el Arco tiene una vibra distinta. El camino está dotado de viejas cantinas, con sus cortinas bloqueando la entrada; tocan banda a todo volumen. Miro hacia adentro, y no veo más que una obscuridad. En la esquina adelante están algunas sexotrabajadoras, un hombre está hablando con una de ellas. Mas adelante, dos hombres ocupan una entrada deshabitada de un local ahora extinto. El ser desamparado e desgarrado, suelto a vivir en la calle, predominará mi camino y mi mirada. Es un martes; yo diría que un día “cualquiera”, y quizás por ser un día así, es que me encuentro con la rutina de lo múltiples hombres que encontraré ocupando algún espacio público, algún refugio temporario. Bajando la avenida Revolución, me dirijo hacia la frontera. He dejado atrás la “multitud” y ahora solo me atraviesa uno u otro, por lo general, hombres caminando. “Voy hasta allá y de allá tengo que irme a la derecha”, me aseguro mirando el Google Maps. Me dirijo hacia una autopista, llegando a una estación de bomberos. Veo el puente vehicular que cruza el rio, “justo en la dirección que tengo que ir. Quizás hay un puente peatonal más adelante”, pienso. Sigo.
Ilustración 2. Ubicación de El Chaparral
Si la caminata hacia aquí ha sido, como ha sido la experiencia que me atraviesa, solitaria, hoy me encuentro con muchas personas en situación de calle. Cada esquina, cada calle, veo alguien, dormido en la baqueta, saliendo de una casa improvisada de cartón en alguna esquina; son hombres, todos, algunos sin camisas, otros escondidos bajo cobijas. Hasta entonces no había sentido esta presencia tan constante y presente en mis caminatas. No solamente están en la banqueta, percibo algunos refugios improvisados en los lados de las autopistas.
Ilustración 3. La vida social de la calle, Tijuana, 24 de agostos 2021
Cruzando el rio de Tijuana, me percato de una entrada en una de las baquetas del rio donde hay un numero grandes personas. Me detengo para mirar. Un hombre camina en dirección hacia allá, llegando cerca, se detiene, da media vuelta, y sale de la banqueta. Cruza la calle, y sigue su camino. Me recuerdo que hace poco estaba buscando artículos sobre Tijuana y encontré una gran cantidad de ellos sobre drogadicción en Tijuana, sobre todo relacionado con la inyección de metanfetaminas. No puedo evitar pensar en esto en ese momento. Y también que “así se vive” en la calle. Estoy cerca del Chaparral, “¿Qué vida estará allá?”.
Ilustración 4. La vida sobre el Rio de Tijuana, 24 de agosto de 2021
Sobre el puente de El Chaparral, encuentro a algunas personas caminando en dirección contraria. Dos hombres de tez de piel obscura me atrapan la atención. Ambos andan con el celular. Nos cruzamos y escucho que hablan en francés. “Probablemente son migrantes haitianos”, pienso. Bajo el puente y me encuentro en una plaza vacía. A estas horas, un poco antes de las 10 de la mañana, hay algunos comercios abiertos, pero la mayoría están cerrados. Lo que se encuentra abierto son las farmacias. Hay una promoción por algunos medicamentos, noto que en la lista esta Viagra. He visto mucho de esto en las farmacias por Tijuana. Será más adelante que me percato que, en esta zona cercana de la frontera, hay muchos establecimientos médicos, con una presencia notable de farmacias y dentistas. “Claro, cuando fui a la Garita de Otay, también encontré un enorme complejo médico especializado en cirugías plásticas cercano. Es el turismo médico”. En esta “soledad” de la plaza, no sé dónde caminar. Miro hacia una esquina, y veo una entrada hacia baños públicos. Hay gente por allá, así que quizás por allí puedo salir de la plaza.
Ilustración 5. El área del campamente migrante de El Chaparral y la frontera, al lado de la Garita de San Ysidro
Pasando por lo baños, siento que estoy saliendo de alguna estación de autobuses latinoamericana. Hay tres hombres sobre la banqueta, uno de pie acostado contra un poste y los otros dos sentado en la banqueta. Son de tez de piel obscura y no tiene esta “apariencia” de "la calle". En realidad, no veré a nadie que me recuerda, propiamente, "la calle". Es otra presentación; es otro "estar-aqui". Están vestidos con camisetas estampadas, pantalones de mezclilla -en otro contexto, los consideraría turistas- pero en este contexto, sé que no probablemente haitianos migrantes. Probablemente. El acampamento de los migrantes está a unos minutos de una de las entradas más concurridas entre México y Estados Unidos – la garita de San Ysidro (“Pedwest”). Un centenar de tiendas de campaña están organizadas en filas sobre lo que era un estacionamiento. Están organizadas en “calles”, mejor dicho- delimitadas por las tiendas y casas de campaña. Se aprecia un movimiento que al principio me toma por sorpresa. Hasta entonces, había visto poca gente, y poca interacción, pero aquí hay mucha actividad. Hay muchos niños y niñas corriendo, caminando, y jugando en el espacio público. Se siente liviano el clima; Camino un poco más, y me siento sobre la banqueta para observar -buscando no hacerme muy visible; buscando no “entrometerme” en esta vida. Hay una parte de mí que siente que estoy invadiendo un espacio privado; espiando algo que no debería.
Veo a hombres y mujeres caminando con empaques de comida y lo que presumo es café. "Es la hora del desayuno", pienso. Se escucha música que ocupa el silencio de la zona. A estas horas, estoy viendo un tipo de amanecer. Se me acerca dos niñas y muy tímidamente una niña me pregunta si le puedo regalar un dólar. “Lo siento, no tengo”, le respondo. Se ríe, y se vas. Pasan tres niños echando carreras de bici a mi frente. A mi lado hay un puesto de taxi. Hay mucha familia aquí. Muchos carritos de bebes se encuentran pincelando las afueras de las tiendas de campaña. Percibo, desde afuera, mucha vida y hasta una cotidianidad.
Ilustración 6. Campamento de migrantes en el Chaparral
Decido ver que hay en las afueras. Siento que estoy invadiendo una cierta privacidad, una vida privada que se ha visto, forzosamente, a ser pública. Doy una vuelta hacia las calles alrededores. En las calles encuentro vecindades residenciales, silenciosas. Doy una vuelta hacían la izquierda y me encuentro con el muro, con la frontera. Sigo la calle, y estoy sobre otro muro, ahora la demarcación del paso vehicular de la garita de San Ysidro. La frontera rodea todo, y aquí los migrantes están. “Todos somos migrantes” pienso, “pero ellos son más”, concluyó. Regresando al campamento por otra calle, paso un puesto de servicio médico. Algunas personas están esperando ser atendidas. Acercándome a esta “entrada” al campamente, paso un parque donde juegan algunos niños mientras otros adultos lo miran. Mi mirada no encuentra ningún reconocimiento. Siento que estoy “donde no debo estar”. No es que la “vibra” sea pesada, sino que parece que hay una intimidad que no “es mía”, que mi presencia de cierta forma no encaja con esta realidad, que no “soy parte de aquí”. Así me sentí.
Entro al campamento, caminado en una de las “calles” entre las tiendas de campaña. Todos están afuera; tomando café, platicando, escuchando música. Paso por un área de baños químicos donde hay un grupo de personas -migrantes- lavándose, cepillando los dientes, otros traen botes de agua. Encuentro a un grupo de jóvenes, cercano a 10 individuos, todos hombres, escuchando rap, fumando, y paso y siento sus miradas frías; terminando la “calle”, miro una vez más, y me voy. Quería conocer este lugar, pero no es “mi lugar”, ni tampoco mi objeto de investigación. Luego pienso en esta modalidad vulgar, insultante y repugnante del “turismo de la pobreza”. No es mi intención “tomarme un selfie con el pobre” para demostrar mi "humanidad", como tantos casos desde el privilegio del primer mundo y de la blanquitud. No saco fotos, no busco quedarme allí para “registrar esta tragedia”. Yo sé que es una tragedia. “La frontera es una bestia”, pienso al regresar por el puente. Mientras regreso a mi camino, paso por un letrero que dice “Bienvenidos a Tijuana”. "Quizás no estaba en Tijuana", pienso. Quizás aquí “empieza”; quizás todo lo demás es algo distinto a la idea de Tijuana. Quizás afuera “de Tijuana” están todos los que buscan caminar, seguir su paso, llegar a algún lugar porque, quizás, no “están” en Tijuana. “Pues, ¿dónde están entonces?”
Ilustración 7. Bienvenido a Tijuana, 24 de agosto 2021
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Doty, R. L. (2011). Bare life: Border-crossing deaths and spaces of moral alibi. Environment and Planning D: Society and Space, 29(4), 599-612.
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