El 10 de marzo de 2022, tuve la oportunidad y el honor de poder proporcionar comentarios a una tesis en desarrollo que se desempeña -en grandes rasgos- sobre el arte como praxis -y mecanismo transformador- de la agencia de migrantes deportados y retornados en sus procesos de (re)inserción en México.
Fue un honor poder comentar un trabajo tan interesante, innovador y relevante para los estudios de la migración México-Estados Unidos. Aun así, quise hacer énfasis en poner, en primer plano, "el cuerpo". El cuerpo del migrante, como la presentación y representación de las fuerzas y relaciones de poder en y con el mundo, es importante considerar y -aún más- reconocer.
Es comun que cuando se busca realizar una representación del fenómeno migratorio mediante la identificación de las partes más significativas que forma, en su todo, el fenómeno. Como manera de aproximarse al fenómeno, las estadísticas permite un buen desglose "desde arriba" de grandes rasgos de la particularidad del fenómeno migratorio observado. No obstante, la suma de las partes no siempre resulta en una descripción adecuada -y quizás "humana"- del fenómeno migratorio. Quedarse en esta perspectiva invita, como metodología, considerar el fenómeno a través de estas herramientas, posibilitando "olvidarse del cuerpo" del migrante. Responder a las preguntas "¿quiénes son?", no se reduce, solamente, al nombramiento de las partes que, en su suma, forma un todo. No es apenas una cuestión de números. Es, también, una cuestión del cuerpo.
El campo migratorio México y Estados Unidos es profundamente historiado en los fundamentos culturales de ambos países. Parte de la constitución de las historias y configuraciones sociales de ambas culturas es el proceso, evento, y hecho de migrar hacia Estados Unidos. Como lo menciona Douglas Massey, la migración mexicana, al largo del siglo XX, se vuelve “una parte de la cultura mexicana” Por lo tanto, enfatizar la imbricación de la “idea” de la migración como parte de un imaginario- ideal -quizás parte de lo que Arjun Appadurai llamará “el trabajo de la imaginación”- de la realidad mexicana se vuelve imprescindible.
Cuando omitimos "el cuerpo", nivelamos la diferencia itinerante y estructurante que impone y conlleve las formas del cuerpo sobre la realidad. Desde mi posición, considero que es fundamental revelar e iluminar las diferencias que dan sentido e identidad a través de los diversos cuerpos que forman parte de los fenómenos migratorios que, a su vez, estructuran y condicionan las formas de experimentar la migración, y últimamente de migrar. Hay muchos migrantes, el reto es poder caracterizarlos de una forma que recupere la reflexión de sus condiciones como sujetos socialmente mediados. El/la/los migrante(s) es/son construcción(es) social(es). Distinguir, aquí, es también reconocer.
Mediante la diferencia -pensando en "différance" desde Derrida-, permite regresar al sujeto migrante un reconocimiento y visibilidad, pudiendo mejor articular y describir caminos, proceso y composiciones de experiencias identitarias de diferentes grupos sociales, étnicos, económicos y políticos.
Esta tendencia es parte de la gran crítica revisada por Janine Dahinden con su argumento acerca de la necesidad de la "de-migranticization” de los estudios de la migración. En grandes rasgos, lo que propone Dahinden es revestir, aún más, la mirada epistémica y analítica con reflexividad y posicionalidad.
La posicionalidad busca poner énfasis y exponer -como factor incisivo- las formas que el observador asume, conduce, y conlleva sobre su forma de ver, que se extiende sobre la forma que describe. Esta posicionalidad de la mirada epistémica- del observador sobre “el mundo”, la realidad que busca describir- es una postura, inevitablemente, cargada de voluntad, intereses y ubicaciones, lo cual determina los grados de la adscripción de las sensibilidades percibidas, y las formas que toma las descripciones (como traducciones). Tomo el ejemplo de Sandro Mezzandra, quien enfatiza, claramente, su postura, su interés, y su intencionalidad que atraviesa los lentes de su percepción y descripción. Él, por ejemplo, parte de que busca
afrontar la imagen del migrante como sujeto débil, marcado por el castigo del hambre y de la miseria y necesitado más que nada de cuidados y de asistencia” (p. 46).
Su análisis parte de hacer explícito que no buscará reproducir estar representaciones. Aquí su posicionalidad es clara y permite desvelar los preceptos que guía la descripción.
Aquí, la crítica feminista es muy importante; más bien, las epistemologías feministas son muy valiosas para pensar este análisis. Un punto de partida, puede ser los trabajos de Gloria Anzaldúa, Chela Sandoval, Avtar Brah, solo para mencionar algunos.
A través de etnografías de la migración mexicana se puede incorporar “datos duros” desde “el cuerpo” del migrante, regresando al sujeto migrante “su voz”, una voz encarnada en la figura del migrante. Otros trabajos, como de Abdelmalek Sayad con sus discusiones acerca del sufrimiento del migrante y la doble ausencia, tiene mucho que aportar sobre como pensar el sujeto migrante. Etnografías más recientes como el trabajo de Jason de León, The Land of Open Graves, el trabajo de Ana Raquel Minian - Undocumented Lives solamente para mencionar algunos, tiene mucho que aportar a la “humanización” de las narrativas de la migración. No es apenas capricho preguntarse
"¿a quién(es) pertenece esta vida?",
"¿de quiénes son estos cuerpos que migran?",
"¿qué nombres le damos, y por qué?".
Las formas que utilizamos para describir(nos) el mundo no solamente refleja nuestra posición en ella, sino que también impacta las formas de verla. Como nombramos la(s) realidad(es) es importante.
Ser, como migrante, es un proceso de constante negociación que atraviesa todos estos términos de “hogar”, de “patria”, de “lugar”, de “Ser” (con mayúsculas) y de pertenecer; van más allá de las composiciones socioespaciales de la geografía política y social, sino que también adquieren un elemento simbólico, de la imaginación, de la subjetividad reflexiva, pero siempre negociada.
Insistir en poner el cuerpo de los y las migrantes en las narrativas, recuerda que la experiencia de la migración es una experiencia corporal; es una experiencia corporizada; donde se siente la migración, donde se trabaja la migración; donde se negocia la migración.
Para una aproximación a la importancia del cuerpo -como espacio, territorio, narrativa, discurso, política (entre tantas otras condiciones y configuraciones)- sugiero empezar con:
Mansilla Quiñones, P., & Imilán, W. A. (2018). Reterritorializaciones migrantes a través del cuerpo y su expresividad. Estudios atacameños, (60), 241-256.
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